sábado, 15 de febrero de 2014

ENTENDER PARA AYUDAR por Américo Giannelli

"No existen los super héroes. Solo son el producto de la imaginación de un libretista, que ha sido llevado a la pantalla de la televisión o al cine". Esa sería la respuesta que cualquiera de nosotros daría a la siguiente pregunta: Los super héroes ¿existen?. No obstante ello, nos sucede algo curioso. Las personas tenemos una notable tendencia a idealizar a aquellos que por distintos motivos sobresalen al resto. Hemos visto líderes políticos muy carismáticos, deportistas sobresalientes, pensadores muy inteligentes, profesionales muy capaces, músicos destacados, predicadores evangélicos muy elocuentes, etc. a los cuales las personas han idealizado. Existe una frase de lo que denominamos la "sabiduría popular", que define correctamente el lugar en que se ubica a estas personas: "están mas allá del bien y del mal". Como consecuencia de este pensamiento, observamos la manera en que se ignora o en algunos casos se exalta la parte negativa de las personas. En nuestro país tenemos lamentables ejemplos. Cuando nos acercamos a la Biblia, podemos leer historia de hombres y mujeres que, según el caso, nos dejan ejemplos a seguir en nuestra vida. Muchos de ellos se destacaron; su coraje, decisión y fidelidad a Dios, son un verdadero estímulo para cada uno de nosotros. Otros también nos dejan su ejemplo, pero por el contrario para que aprendamos de sus fracasos. De los ejemplos que tenemos en la Palabra de Dios, quisiéramos mencionar al rey David. Dios lo eligió porque buscaba "un varón conforme a su corazón" (1ª Sam.13:14 / Hechos 13:22). Un maravilloso calificativo que seguramente todos quisiéramos detentar. Sin embargo, leyendo su historia, descubrimos que su vida estuvo llena de luchas, que disfrutó de los triunfos y lamentó sus fracasos. Podríamos resumir sus luchas con tres nombres, ya que cada uno de ellos describe las distintas áreas en donde tuvo sus conflictos. El primer nombre es Saúl. Su predecesor en el reino, nos describe los problemas que David tuvo que sobrellevar, problemas que él no había generado, pero lo afectaban. Los cristianos tenemos que enfrentar conflictos parecidos a los que David tenía con Saúl, no los originamos, pero de todas formas tenemos que sobrellevarlos. El segundo nombre es Absalón, el tercer hijo de David. Él se sublevó contra su padre y se hizo proclamar rey, tratando de usurpar el trono de Israel. Esto produjo una guerra interna que terminó con su vida produciendo una profunda tristeza en el corazón de David. La lucha no fue contra un enemigo externo, sino con uno de su circulo íntimo, su propio hijo. Al igual que David, muchas veces los problemas que nos afectan surgen de nuestro entorno más cercano: la familia, los amigos, la iglesia; y justamente por ser tan cercano, la tristeza se potencia. El tercer nombre es Betsabé, la historia podemos leerla en 2ª Sam. cap. 11. Sin lugar a dudas este fue el gran fracaso de David. Él no tuvo que luchar contra un ejército extranjero, tampoco hubo un conflicto con sus más íntimos. David estaba solo, la lucha era contra sus propias pasiones. Su sabiduría, astucia y capacidad militar de nada le sirvieron, porque esa batalla se pelea con otras armas. Es cierto que Satanás ataca al cristiano en todos los flancos posibles, es el león rugiente que busca la presa, espera la oportunidad y asesta el golpe. Muchas veces como David, los creyentes le brindamos una oportunidad al Diablo, que de ninguna manera desaprovechará. En este último punto queremos detenernos. Los creyentes nunca deberíamos olvidarnos que el flanco más débil de nuestra vida, no son las luchas externas, ni los conflictos de nuestro circulo íntimo. Nuestro talón de Aquiles, es el corazón, es nuestra mente, allí es donde el Diablo tiene sus más grandes victorias. Recordamos lo que dice la Escritura: "Todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Gen. 6:5), "Engañoso es el corazón más que todas las cosas y perverso" (Jer. 17:9), Pablo a los Romanos en el cap. 7 describe con absoluta claridad el conflicto en nuestro interior a causa del "mal que mora en mí" (Rom. 7:21). Santiago en el capitulo 1 nos informa acerca del mecanismo de la tentación, allí se refiere a "nuestras propias concupiscencias" o dicho de otra manera a nuestra tendencia natural a lo malo. Hermanos no podemos caminar por este mundo ignorando esta verdad, ya que vivir pensando que nunca nos va atrapar, es manejarnos negligentemente frente al peligro. Allí tenemos la razón fundamental de por qué pasan, las cosas que nos pasan. Cuando un hermano ha caído y confesado su pecado, cuando ha habido verdadero arrepentimiento y el pecado ha sido juzgado; allí comienza el proceso de la restauración. Insistimos, arrepentimiento genuino, porque tal como lo describe el Hno. Luis Palau: "la confesión sin arrepentimiento, es un fraude". Pablo le explica a los Gálatas en el cap. 6:1, quienes y como debe encararse el proceso de la restauración: Aquellos que son espirituales (no dice que deba ser únicamente tarea de los ancianos o líderes de la Iglesia) con espíritu de mansedumbre o humildad (es decir con una disposición al amor, el perdón y la paciencia) y en tercer lugar "considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado". Como hemos visto, el apóstol era consciente del flanco débil del ser humano. Ese conocimiento primero nos brinda auxilio en pos de una vida santa, pero también es un elemento imprescindible para ayudar al hermano que ha caído. Pensamos, que muchas veces no hemos podido ayudar a nuestros hermanos disciplinados, justamente porque no entendemos la naturaleza de nuestras debilidades. Nos cuesta descender del pedestal en que nos hemos colocado. Con seguridad si hiciéramos el examen que nos demanda la Palabra, tendríamos mas en cuenta nuestras debilidades y podríamos comprender mejor aquello que llevó a nuestro hermano a la caida. No estamos diciendo que debemos ser indulgentes, por el contrario, creemos que la actitud es ponerse en la sintonía del Señor. David dice acerca de Dios: "Porque Él conoce nuestra condición, se acuerda de que somos polvo" (Salmo 103:14). Allí está el ejemplo de Dios: Nunca ha perdido de vista nuestra realidad, por eso es efectiva su ayuda. Sabe que somos pecadores, sabe que somos incapaces de alcanzar la justicia por nuestros méritos, sabe que el pecado no puede ser pasado por alto. Por eso Cristo vino a la tierra a morir en nuestro lugar, ¡gracias a Dios por tanta misericordia!. De una cosa mas debemos estar convencidos: Aquel que ha caído, puede alcanzar la restauración por la obra de Dios. En ocasiones, expresamos frases como: "ojalá Dios pueda hacer la obra, pero...", "es muy difícil", o "este hermano no tiene mas remedio", etc. Expresiones que pueden llevar cierto grado de veracidad, pero cuando es dicho de antemano lo único que manifiesta es un prejuicio malicioso. Ya lo hemos expresado en mas de una oportunidad a nuestra congregación: si no creemos que Dios puede cambiar la vida de las personas, mejor nos dedicamos a otra tarea. No ignoramos el hecho de que hay hermanos en nuestras iglesias que se han apartado pensando que para ellos no hay restauración. Si la hay, porque Dios siempre tiene a sus siervos fieles y espirituales que están dispuestos a ayudar, dispuestos a restaurar. Podemos tal vez en este momento acuñar un axioma: En la comunión con los santos, siempre hay restauración; fuera de ese circulo seguro que no. Tal vez todavía no hemos descubierto lo maravilloso que es poder ayudar a otros, pero para poder hacerlo eficazmente, es necesario entender por qué el hermano ha llegado a esa situación, tomar conciencia que nos puede ocurrir a nosotros, y finalmente redescubrir el poder de Dios que levanta a los caídos.