sábado, 4 de octubre de 2008

La Palabra actúa

Los creyentes somos enormemente bendecidos por Dios. Comenzando por el maravilloso hecho de que tenemos toda bendición espiritual en Cristo Jesús, pasando por las incomparables promesas que alientan nuestra fe, y llegando a las enseñanzas sencillas y profundas a la vez, de su Palabra.

Justamente, el tener este maravilloso libro, la Biblia, es una bendición que no siempre solemos apreciar en su justa medida. ¿Que sería de nosotros sin ella? Es cierto que Dios tiene el poder y la autoridad para transmitirnos el mensaje de la forma que Él lo desee. Sin embargo nos ha dejado la palabra escrita, ya que es la forma mas precisa y universal de transmitir su mensaje. Este hecho lo podemos vislumbrar en la forma en que se ha difundido este sagrado libro. Miles de traducciones, aún en los dialectos menos frecuentes, revisiones y actualizaciones del idioma, infinidad de presentaciones distintas de tal manera que cualquiera pueda acceder a ella. Dios ha obrado un milagro con la difusión de su Palabra, ya que ella ha llegado a lugares insospechados aun por el más entusiasta.

Tener a la Biblia siempre presente, es de gran importancia. Miremos el ejemplo del Señor Jesús, en la hora de su tentación le recuerda a Satanás aquello que "escrito está" (Mt. 4:1-11), como una manera de afirmarse en la verdad. En medio de la controversia con los saduceos, el Señor les reprocha duramente su incredulidad diciéndoles "erráis ignorando las Escrituras y el poder de Dios" (Mt. 22:23-33) junto al recordatorio de aquello que habían leído pero que no creían.

Justamente este es el aspecto que quisiéramos destacar por medio de estas líneas: Nuestra actitud frente a la Palabra de Dios.

Como dijimos, esta generación ha sido bendecida con una extraordinaria difusión de la Palabra de Dios, en muchos hogares cristianos hay por lo menos un ejemplar de la Biblia; la cuestión esencial es como nos acercamos a ella.

Una clave acerca de este tema nos brinda el ejemplo de nuestros hermanos en Tesalónica. Pablo defiende su ministerio entre ellos, habla de su denuedo y esfuerzo, destaca la sinceridad y el amor que lo impulsó a predicar la Palabra y el cariño que tiene por la iglesia, para finalmente destacar la actitud de los tesalonicenses: Recibieron la Palabra creyendo en ella.

Con toda seguridad, allí encontramos la gran diferencia entre los tesalonicenses y los saduceos mencionados en el evangelio de Mateo, los primeros creían a Dios, los segundos no.

La pregunta es ¿por qué no creemos en lo que Dios nos dice en su Palabra?. Tres son los factores concurrentes en este asunto. Podríamos identificarlos con los tres "por qué":

¿Por qué creerle a Dios?. Esta es la pregunta más antigua del mundo. En el Edén, Satanás introdujo en el corazón de Adán y Eva la duda acerca de la veracidad de los dichos de Dios. ¿Con que Dios os ha dicho...? Así comenzó el astuto razonamiento de la serpiente, que desembocó en el pecado de nuestros primeros padres. A lo largo de la historia de la humanidad la pregunta sigue vigente: ¿Por qué creerle a Dios acerca de lo que dicen sobre la creación del mundo? ¿Por qué creerle a Dios lo que dice acerca de las pautas morales para el ser humano? ¿Por qué creerle a Dios cuando nos llama al arrepentimiento y la fe como condición imprescindible para alcanzar la salvación?. Pensamos que este razonamiento demuestra básicamente una crisis de fe, es decir la falta de convicción y certeza en lo que Dios nos dice en la Biblia.

¿Por qué hacerlo de esta manera?. En el Antiguo Testamento encontramos la historia de un rey que pensó que podía hacer las cosas a su manera. El Rey Saúl creyó que las circunstancias lo habilitaban a tomar decisiones extremas, como por ejemplo ofrecer sacrificio, cosa que le estaba prohibido. Saúl desestimó el mandamiento de Dios e hizo como mejor le parecía, cometiendo un pecado que le ocasionó la pérdida de su reinado. Alguien podría preguntar: ¿y cuál es el problema?. El problema es la desobediencia. Dios ha dejado claros y precisos mandamientos que deben ser cumplidos, fundamentalmente por el hecho de que son el mandamiento de un Dios sabio, justo, soberano. Cuando los desobedecemos, estamos afrentando al carácter mismo de Dios. Volviendo al ejemplo de Saúl, en su segunda equivocación, aprendió que "el obedecer es mejor que los sacrificios" (1ª Sam. 15:22), ya que el cumplimiento de las ordenanzas divinas es mayor que cualquier tipo de ritual. Cuando leemos en la Biblia acerca de lo que Dios espera de nosotros y de cómo debemos hacer las cosas, Él espera una sola actitud de nuestra parte: La obediencia.

¿Por qué pasan estas cosas?. Elías es el gran profeta de Israel, ha sido protagonista de un milagro de parte de Dios; asimismo ha quitado de en medio a los sacerdotes paganos que pervertían a la nación de Israel. Dios le ha demostrado su poder de distintas maneras, sin embargo al final de unas jornadas tan intensas como emocionantes, lo vemos a Elías deprimido y angustiado (1ª Rey. 19). El profeta no entiende las cosas, esa extraña mezcla de enojo y depresión dominan su mente, aún la presencia de Dios en Horeb, es una buena oportunidad para que el profeta manifieste su enojo. En circunstancias similares nosotros también nos preguntamos ¿por qué pasan estas cosas? ¿por qué Dios actúa así? ¿por qué los planes de Dios son tan distintos a los míos? ¿por qué demora en contestar?, seguramente nuestros lectores tengan algunos otros "por qué" para agregar. Elías aprendió que Dios tenia planes bien determinados para la nación, que Acab y su esposa ya tenían las horas contadas y que aún había muchos que en medio de circunstancias adversas le habían sido fieles. Una buena manera de enfrentar las dudas, es recordar que nuestro Dios no es un improvisado. Él tiene un "anticipado conocimiento" de todas la cosas, y que sus planes no pueden ser abortados por nadie. El razonamiento de los "por qué" atenta contra una actitud que todo creyente debe mostrar en su vida: Dependencia de Dios.

Está claro que cuando nos acercamos a la Biblia, y nuestra mente está dominada por algunos de estos "por qué", lo único que estamos haciendo es acumular solamente un conocimiento intelectual. Pero cuando la actitud es como la de los tesalonicenses, la Palabra de Dios toma una dimensión totalmente diferente, esa Palabra actúa poderosamente transformando nuestra vida.

Hermanos acerquémonos a las Sagradas Escrituras, reconociendo en ese sagrado libro a la Palabra de Dios, y en un verdadero acto de fe, permitamos que actúe en nosotros.

"Miguitas de Ternura"

Se puede observar en cada interpretación del cantante Alberto Cortéz, una característica muy particular. Cada frase que interpreta, es la pincelada de un cuadro que podemos visualizar en nuestra imaginación.

En la canción que lleva por título "Miguitas de ternura", nos muestra tres situaciones: primero un niño vagabundo, solo en la calle procurando a pesar de su corta edad el sustento propio y el de su familia. En segundo lugar, una mujer de la vida ofreciendo como mercancía aquello que Dios ha regalado al ser humano para ser usado en pureza. Finalmente se observa un abuelo, que en soledad, ve pasar sus horas en una plaza. La canción dice que en un hipotético dialogo con cualquiera de los tres personajes, ellos nos dirían lo que expresa el estribillo:

"... miguitas de ternura yo necesito,
si te sobra un poquito, dámelo a mí ..."

Pensamos que los tres cuadros son muy acertados. Solo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor para ver a cientos de chicos que deambulan en la calle, y que se están formando no en el pupitre de un aula, sino en la dura realidad del asfalto. Mujeres cada vez más jóvenes que por necesidad u obligación, se entregan como prenda a las más bajas pasiones. Ancianos, solos, viviendo una realidad que también a ellos los castiga. No hay dudas que vivimos rodeados de injusticia y de desigualdad, pero lo más doloroso es que la sociedad se ha endurecido de tal manera, que no tiene ni siquiera "miguitas de ternura" para aquellos que sufren en este duro mundo.

Por ello es importante fijar la atención en los mandamientos de Dios (Marcos 12:28-34). El primero de ellos es amarle de una manera integral (corazón, alma, mente, fuerzas). El Señor Jesús lo califica como principal, porque no hay cristianismo sin amor incondicional a Dios. Pero el segundo no es menos importante; el Señor lo describe como semejante al primero, no porque los dos se refieran al amor, sino porque Dios espera que ambos sean cumplidos por igual. La medida de este mandamiento es clara: amar al prójimo como a uno mismo. Es decir que el creyente no debe conformarse con ofrecer "miguitas de ternura", sino por el contrario una expresión de amor genuino e intenso.
¡Qué gran mandamiento de Dios! ¡Qué alta la medida! Pero lamentablemente a veces ¡qué lejos estamos!.

Sería injusto de nuestra parte, ignorar a muchas personas que han dedicado su vida a servir a los demás, tenemos grandes ejemplos en historia pasada y contemporánea. Pero en la vida del creyente, el amor no es una virtud altruista, sino el fruto que produce el Espíritu Santo cuando somos susceptibles a su actividad.

¡Que grande es Dios!, vio nuestra necesidad y para expresar su amor entregó a su hijo Jesucristo; es decir, nos dio lo mejor. Nosotros los creyentes, siguiendo el ejemplo de nuestro Dios, no nos conformemos con las "miguitas", abramos nuestro corazón a nuestro semejante.

PAUTAS PARA LA CONDUCTA DE LA MUJER CRISTIANA

Por Ana María H. de Giannelli

En cierta oportunidad, escuché a una madre decir a su hija (cristianas ambas): - "cuidado con tu conducta porque eres una hija del Rey", frase que me quedó grabada, y más aún ésta: "Sed santos en toda vuestra manera de vivir" (1ª Pedro 1:15). ¡Qué privilegio! por un lado el ser hija del Rey, pero ¡Qué responsabilidad!, porque espera de sus hijas LA SANTIDAD EN TODO.

Dios en su Palabra, nos habla claramente cómo debe ser nuestra conducta como cristianas, así como coronó su creación creando a la mujer, nos pide que seamos santas, "diferentes", ya que Cristo nos dio el lugar de honor y libertad.

El apóstol Pablo en 1ª Cor. 11:7 dice que somos "la gloria del varón", y ninguna escapa a esta gran responsabilidad, desde niñas y jovencitas hasta esposa, madres y abuelas cumpliendo con lo que la Palabra de Dios ordena a cada una. La mujer cristiana debe ser luz en todo momento y lugar, no debe dejar de brillar: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt. 5:16) y siendo "... ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza." (1ª Tim. 4:12) y muchísimos versículos más que hablan por sí solos como todo el libro de los Proverbios que resaltan verdades que una hija de Dios debe cumplir en su diario vivir, demostrando una conducta recta y amorosa hacia su prójimo.

El amor de Cristo en nosotras debe ser demostrado con una conducta reverente, no calumniadora y prudente, que sea percibida como un olor grato para aquellos que nos rodean.

Es fundamental recordar que un carácter cristiano, un corazón amante, generoso y fiel, son el resultado de Cristo habitando en el corazón. Tu conducta es una consecuencia de haber rendido tu vida al Señor. Puede que tu proceder sea correcto aún sin el Señor Jesús como tu Salvador, pero como el joven rico de Marcos 10: 17-22, si no te humillaste y confesaste tus pecados a Cristo en vano es que intentes agradarle, ya que tu buena conducta no nace de un corazón transformado.

Tampoco olvidemos lo que nos enseña Proverbios 20:11,12 que las acciones hablan más que las palabras, tanto es así que la conducta obediente, amante y devota de una mujer puede ganar al marido inconverso para Cristo (1ª Pedro 3:1, 2)

¡Si, debemos vivir a Cristo diariamente! para que brillemos, porque el Señor nos puso como luz y como sal para que lo que se viese en nuestras vidas, crease hambre y sed de Cristo:

· No pongas tu luz en un lugar encubierto, queriendo ocultar que eres de Cristo.
· No la tapes con tus ocupaciones que te harán perder el hábito de tu momento devocional
· No la pongas debajo de la cama con tu pereza, sueño y comodidad.
· Que tu luz refleje la luz de Aquel que brilló perfectamente en este mundo.

J. D Pentecost en su libro "El Sermón del Monte" escribe: "Si tu forma de vida se parece tanto a la forma de vida de los no salvos que no se puedan ver diferencias entre ellos y tú, es imposible ser sal y desoyendo la Palabra de Dios nunca podrás ser luz". ("...Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos" - Jer.15:19 - recomiendo leer desde el vs. 15 hasta el 21).

Presta atención a estos consejos para vivir una vida diferente a los parámetros de este mundo y de acuerdo a los mandamientos divinos:

· Comunión diaria con Cristo: La lectura de su Palabra te guiará en cada paso que debas dar, ella debe ser tu manual de vida, te enseña lo que debes hacer, te reprende en lo que debes dejar de hacer, corrige lo que debes cambiar e instruye en lo que debes comenzar a hacer. La oración constante ,sincera, persistente y eficaz, puede mucho. Debe ser la ocupación más importante de toda cristiana. Tu conducta será otra si eres una mujer de oración.

· Crece en espiritualidad (viviendo una vida llena del Espíritu Santo): Si tienes pecados ocultos, no confesados, estás contristando al Espíritu Santo. Confiesa tu pecado, pide al Señor perdón y limpieza, de tal manera que su Santo Espíritu ocupe más y más tu vida. Recuerda que tenemos un mandamiento:"Sed llenos del Espíritu Santo" (Gálatas 5:18).

· Manifiesta tu amor por Cristo en todo momento: Si Cristo es el dueño de tu vida, tu corazón debe estar lleno de amor, que es lo primero en la lista del fruto del Espíritu Santo. El amor a Cristo comienza con nuestra devoción y obediencia a Él. También debe manifestarse con hechos hacia quienes te rodean, demostrando paciencia, bondad, sencillez, humildad, calma, cortesía y perdón."No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1ª Jn.3:18).

Que puedas apropiarte del versículo, "...ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí", porque el secreto del carácter cristiano es que puedas parecerte más y más a Él que es el modelo perfecto.

sábado, 26 de julio de 2008

¿qué predicamos? ¿Cómo predicamos?

Antes de su ascensión al cielo, el Señor Jesús, dejó un solemne encargo a sus discípulos: “me seréis testigos” (Hechos 1:8). Esta expresión se ha convertido en el motor de la obra evangélica a lo largo de estos dos milenios. Muchos hermanos motivados por el mandato del Señor, dejaron la comodidad y felicidad de sus hogares y se lanzaron a la gran empresa de la obra misionera, llevando el mensaje de amor y reconciliación por Jesucristo.

Desde los primeros cristianos hasta el presente, la iglesia ha desarrollado, con altos y bajos, el rol que el Señor mismo le impusiera en el libro de los Hechos y que Pedro resume claramente en 1ª Ped. 2:9,10: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”.

De ambas porciones podemos deducir que básicamente la predicación del evangelio es testimonio. ¿Quiénes pueden contar las virtudes de Dios, sino solo aquellos que por su gracia no están mas en las tinieblas, y que ahora son su pueblo y disfrutan de su misericordia?. Por eso el anunciar el evangelio es fundamentalmente contar nuestra experiencia personal con Dios. Lógicamente cuando hablamos de testimoniar, pensamos en palabras o en discursos; sin embargo hoy nos damos cuenta que también significa vida y ejemplo. Divorciar una cosa de la otra es caer en el error de los fariseos, es volcarse a la hipocresía y la falsedad.

Probablemente la falta de poder espiritual de la iglesia de hoy, se deba a la escasez de compromiso con el mensaje que predicamos. Por un lado, cada vez hay más cristianos que viven la espiritualidad de una manera superficial, dependiendo mas de la emoción que de la verdadera devoción y obediencia. También están aquellos que han consagrado como doctrina el principio de que “el fin justifica los medios”, manipulando la Escritura, manejándose con parámetros éticos del mundo.

El autor cristiano Richard Baxter en su libro “El pastor reformado” (año 1659) dice que “aquel que siente lo que habla, con certeza actuará conforme habla... es un fatal error de algunos ministros causar tal desproporción entre su predicación y su vida, de aquellos que estudian mucho para predicar con exactitud, pero apenas estudian para vivir con exactitud. Una semana parece demasiado corta para estudiar cómo hablar durante dos horas y, sin embargo, una hora parece demasiado larga para estudiar cómo vivir toda la semana... ¡Oh!, curiosamente he escuchado con cuánto cuidado predican algunos, y cuán descuidadamente los he visto que viven...”

Queremos reafirmar este concepto: No podemos predicar lo que no vivimos, es una incongruencia espiritual afirmar algo que no cumplimos.

Por detrás de este error, se cuelan otros problemas en la predicación de nuestros días. Notamos la proliferación de un mensaje liviano, sin demasiado fundamento y con poca exégesis bíblica. Es en algunos casos una mera repetición de textos de la Escritura, muchas veces no interpretados dentro del contexto y con el propósito mas de emocionar que de enseñar. John MacArthur Jr. en su libro “El ministerio pastoral” señala acertadamente que “la pérdida de su fundamento bíblico es la razon principal de la decadencia de la predicación en la iglesia contemporánea. Y el decaimiento de la predicación es un factor enorme que contribuye a la debilidad y mundanalidad de la iglesia. Si la iglesia ha de recobrar su salud espiritual, la predicación debe volver a su fundamento bíblico apropiado”.

También hoy tenemos una predicación “marketinera”, este neologismo indica una predicación a gusto del consumidor, basado más en lo que le interesa a la gente que en lo que Dios quiere decir. Es cierto que las personas tiene necesidades y que acuden a nuestros templos en busca de algo que la satisfaga, pero no debemos olvidar que lo único que trae alivio al alma es el encontrarse con Dios y con su Palabra, no con razonamientos humanos. San Agustín oraba de esta manera: "Nos hiciste para ti, y el corazón del hombre no descansa hasta encontrar descanso en ti.". El individuo que vive lejos de Dios muchas veces siente una profunda necesidad existencial que sólo puede ser satisfecha llenando ese vacío con Dios mismo. Por eso la persona que se acerca con sus conflictos y dilemas, debe encontrarse con Dios como única manera de encauzar la vida.

También queremos mencionar un error cada vez mas común en nuestras predicaciones. Muchos utilizan el púlpito para dirimir cuestiones personales, generalmente escondidas en supuestas discusiones doctrinales, que solo sirven de pantalla para las verdaderas intenciones.

No olvidemos que quien trae el mensaje de Dios, realiza un ministerio profético (obviamente distinto a los profetas bíblicos). El enviado del Señor (un “keryx” heraldo en griego) trae un mensaje avalado por las Sagradas Escrituras, es el vocero de Dios para la congregación que se sienta a escuchar el sermón; por eso utilizar el espacio de la predicación para controversias particulares, es desvirtuar la función del predicador cristiano. Además sería bueno recordar que esta actividad profética o predicación de la Palabra de Dios, debe encuadrarse en los requisitos que Pablo establece en 1ª Cor. 14:3: “el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación”. Si con nuestro mensaje lo único que provocamos es el malestar y el desánimo de los hermanos, entonces estamos por mal camino.

Es importante establecer una vez mas, qué debemos predicar, es decir el contenido del mensaje que transmitimos. Para eso es bueno volver a las Escrituras, y mirar al primer predicador de la iglesia cristiana. Hace un poco más de dos mil años, un hombre “sin letras y del vulgo”, se paró en medio de una multitud frente al asombro de ellos, y predicó un mensaje que además de conmover a sus contemporáneos, nos deja una clara lección de los ingredientes que un mensaje cristiano debe tener, por eso observemos juntos el mensaje del Apóstol Pedro en Hechos cap. 2 y 3:

· El mensaje debe ser bíblico, basado en las Sagradas Escrituras. (2:16-21; 25-28; 34-35; 3:22-25 )

· El mensaje debe ser cristocéntrico, ya que el Señor Jesús es el tema central de la Biblia. (2:22; 3:18)

· Debemos acercarnos a la Cruz, porque la muerte de Cristo es una verdad fundamental. (2:23; 3:18 )

· No se debe eludir la verdad del pecado y la culpabilidad del hombre. (2:36; 3:14 )

· El poder de Dios manifestado en la resurrección de Jesucristo, también puede ser efectivo en nosotros. (2:24; 3:15 )

· Al finalizar, el llamado nos hace conscientes de que no podemos volver a nuestros hogares como vinimos. (2:38; 3:19 )

Para concluir recordamos el solemne encargo que Pablo hace a su discípulo Timoteo: “Predica la Palabra” (2ª Timoteo 4:1,2). Creemos que frente a esta etapa de la iglesia que nos toca vivir (tiempos de cambios y crisis), el llamado apostólico tiene una renovada aplicación, porque es junto al Señor y su Palabra en donde podemos aferrarnos como una roca firme para no sucumbir, primeramente aquellos que tienen la responsabilidad y el privilegio de transmitir el mensaje de Dios y en segundo lugar las congregaciones en donde nos desenvolvemos. De alli que la responsablidad sea doble, por un lado la importancia del mensaje y por otro los creyentes que nos escuchan.

Pablo lo exhorta a Timoteo: “Predica la Palabra”, ese es el contenido del mensaje, pero agrega: “persiste en hacerlo, sea o no oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar”, esa es la manera de llevarlo a cabo. (2ª Tim. 4:2 NVI)

¡Dios nos bendiga ante tan extraordinaria tarea!

"Cantar, cantar"

La música ocupa un lugar importante en nuestra vida. Tal vez porque desde que nacemos oímos canciones. La melodía susurrante de nuestra madre cuando somos bebes, las canciones infantiles con las que jugamos y aprendemos; luego la adolescencia y sus melodías que encierran las vivencias de una época en nuestra vida, finalmente la edad madura con canciones llenas de reflexiones sobre el presente y el futuro.

Una melodía y una letra acorde con cada etapa que vivimos, graba en nuestra memoria, recuerdos imborrables. Notamos que la música es un gran vehículo para transmitir emociones, puede tranquilizar, o exacerbar los sentidos, puede entristecernos, como así también expresar la alegría del corazón.

La Biblia, desde sus primeras páginas nos habla de los músicos (Gen. 4:21). En algunas historias, ocupan un lugar fundamental. David toca el arpa, y el corazón perturbado de Saúl halla reposo; el pueblo de Israel marcha a la ciudad de Jerusalén y lo hace entonando salmos (Sal. 122). En el Nuevo Testamento hallamos al Señor Jesús cantando un himno en la pascua (Mt. 26:30), y a los apóstoles cantando en una prisión (Hechos 16:25). Sin embargo en algunas ocasiones la música y el canto no fueron para edificación, por ejemplo, cuando Israel adora al becerro de oro (Ex. 32:17,18) o cuando se forma una gran orquesta en Babilonia para adorar una imágen (Dan. 3:3-7).

Siendo la música y el canto algo tan importante en nuestras vidas, nos parece poco inteligente no revisar el tipo de música que escuchamos. No pretendemos aquí hacer un estudio al respecto, sin embargo hay un principio bíblico con el cual podemos comenzar este examen.

Pablo en su primera carta a los corintios, tanto en el cap. 6:12 como en 10:23; deja en claro un gran principio que debe regir toda nuestra vida: "Aquello que puede ser lícito, pero no conviene al crecimiento cristiano, porque no edifica". Ésta es una gran verdad, lo que escuchamos puede ser algo que todos oyen, que se transmite libremente, que está de moda, que nos resulta agradable; sin embargo deberíamos preguntarnos: ¿me edifica como creyente? ¿me acerca a Dios? ¿lleva mi mirada al Señor? ¿está de acuerdo a los principios que leemos en la Biblia?.

Hermanos, pensemos que nuestra mente y corazón son como un recipiente. Por la importancia del tema, debemos prestar mucha atención a aquello que le permitimos la entrada, "porque de lo que abunda en el corazón habla la boca" (Lc. 6:45 NVI).

Bendita tú eres...

Se dice que la personalidad, es lo que hace a un individuo único y particular, es decir, son las características que lo distingue de otras personas. También en la personalidad hallamos cualidades que nos permiten saber de qué manera una persona actuará, y cómo será su reacción cuando se halle en diferentes circunstancias.

Teniendo en cuenta estos principios, es que nos parece oportuno indagar acerca de la personalidad de lo que podríamos llamar "una mujer de Dios".

Contrariamente a lo que es el pensamiento común de las personas, estos calificativos no son privativos de un grupo especial o privilegiado, sino que debe ser la meta de todo creyente, en este caso de nuestras hermanas en Cristo. Ser "una mujer de Dios" no es el privilegio de algunas, debe ser la meta de todas.

También nos gustaría destacar que el ser "una mujer de Dios", implica características tales como devoción, entrega, servicio, testimonio, es decir todo aquello que hace a una vida consagrada al Señor. Ser una mujer de Dios nos habla de una vida superior que se concreta en el andar de todos los días.

En las Sagradas Escrituras tenemos hermosos ejemplos de mujeres de Dios, podemos citar sólo algunas de ellas a modo de ilustración: Sara, Jocabed, Ana, Débora, Rut, Ester, Elisabet, María, Febe, Lidia, Priscila, etc. de todas ellas podemos extraer rasgos positivos de su personalidad que las distingue de las demás.

En esta oportunidad quisiéramos centrar nuestra atención en una joven distinguida o señalada, no por los hombres, sino por Dios mismo: María la madre del Señor Jesús.

En los primeros capítulos del evangelio de Lucas, la hallamos atravesando el período de desposorio, en el cual existía un compromiso sin que se consumara el matrimonio. Ella es una mujer joven y humilde de recursos, sin embargo recibe la más extraordinaria noticia: HABÍA SIDO ELEGIDA POR DIOS PARA QUE EN SU VIENTRE FUESE CONCEBIDO EL SALVADOR DEL MUNDO.

Muchas veces pensamos en los episodios que le tocaron vivir a María junto al Señor: comenzando por la concepción en forma excepcional, luego infancia en Nazaret, el comienzo de su ministerio público, el momento crucial del calvario, y los hechos finales de la vida de Cristo en la tierra, su resurrección y ascensión al cielo. ¿Qué cosas pasarían por la mente y corazón de esta joven muchacha? No lo sabemos; no obstante encontramos tres cualidades en su personalidad, que toda mujer cristiana debe imitar.

En primer lugar, podemos ver al ángel Gabriel realizando una extraordinaria declaración a María: Ella era "muy favorecida" y había "hallado gracia delante de Dios". ¿A qué se quiere refiere cuando expresa estas palabras? Sin lugar a dudas Dios se agradaba de la vida de esta joven israelita. Este es un maravilloso sello de aprobación divina, que también tuvieron otros siervos de la antigüedad como Noé, Moisés o David; es una señal, no tanto por lo que María iba a hacer, sino por la fidelidad y la devoción que ya observaba en su andar diario.

También podemos notar, que si bien todo lo que estaba sucediendo producía una lógica confusión en María, cuando Gabriel concluye con su mensaje, se oye una formidable declaración de subordinación y obediencia a Dios. Bien dijo el ángel "nada hay imposible para Dios". Él puede realizar su obra con nosotros o a pesar de nosotros (probablemente muchas veces pasa lo segundo), esta realidad no intimida a María, se observa que tiene una excelente disposición para que se cumpla en ella el plan de Dios. Es importante destacar una vez más que la situación que María iba a enfrentar no sería fácil (en el período del desposorio no podía quedar encinta) no obstante ello estaba dispuesta a obedecer. La obediencia para el cristiano, es una virtud que no debemos ignorar. Dios exige la obediencia de su pueblo (Deut. 10:12 / 1ª Sam. 15:22), y a lo que sabemos del tema podemos agregar que como en el caso de María, los mandamientos y propósitos divinos, no se discuten o excusan, se cumplen.

Se dice que una particularidad de los hombres es el carácter impulsivo, mientras que en el caso de las mujeres es su capacidad de reflexión y análisis, tal vez por eso no sea extraño que María luego de la visita de los pastores en el establo en Belén "atesoraba todas las cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón" (Lc. 2:19 BLA). Esta hermosa capacidad femenina, debería ser una práctica de todos los creyentes, el meditar o analizar profundamente en la presencia del Señor, su Palabra y aquellas cosas que nos acontecen, dejan siempre lecciones beneficiosas para nuestra vida. El salmista exclama "¡Oh cuánto amo yo tu Ley!, todo el día es ella mi meditación" (Salmo 119:97) revelando una aspecto importante de la meditación bíblica, el amor por la Palabra de Dios. Quién considera las Escrituras y pone su vida en las manos de Dios alcanza un alto grado de sensibilidad espiritual tal como la virgen María. Sensibilidad que le permite a uno tener el oído afinado para escuchar el consejo divino, los ojos abiertos para observar correctamente el camino a seguir y las manos firmes para mantener el rumbo establecido por Dios.

¿Cómo es una mujer de Dios?. Siguiendo la idea del apóstol Pedro, es aquella mujer que exhibe la verdadera belleza, "la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios" (1ª Ped.3:4 NVI). No conocemos el aspecto exterior de María, pero al leer los evangelios nos damos cuenta que ella era una mujer verdaderamente bella, porque en el ornato de su corazón brillaba la fidelidad, la obediencia y la sensibilidad espiritual, características propias de una mujer de Dios.

domingo, 30 de marzo de 2008

“Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos” Habacuc 3:2

Siempre es importante indagar en la Palabra de Dios, acerca del avivamiento espiritual. Este es un tema que sin lugar a dudas debemos considerar los creyentes.

Es muy probable que al hablar de aviamiento, nuestra memoria nos recuerde las hermosas historias que hemos leído sobre el despertar espiritual, ocurridas en distintas partes del mundo. Seguramente vienen a nuestra mente el nombre de muchos hermanos que fueron protagonistas de estos movimientos. Solo para mencionar algunos, podemos referirnos al avivamiento del siglo dieciocho bajo Juan Wesley, o Carlos Finney en el año 1821. También podemos recordar a Dwight L. Moody junto a Ira Sankey (autor de una gran cantidad de himnos) en 1871, o Jonatán Goforth en Corea a principios de 1900.

Claro que la pregunta que todos nos hacemos es: ¿En el tiempo que nos toca vivir, es posible un avivamiento? ¿Podemos ser nosotros protagonistas? ¿Necesariamente deben existir los milagros sobrenaturales? ¿Bajo que condiciones se debe dar un avivamiento?

No obstante, pensamos que un avivamiento, no comienza porque oremos mas, o tengamos mas actividades, o prediquemos mas. Todas estas podemos considerarlas como excelentes señales de un necesario cambio interior. Cuando el creyente experimenta una verdadera entrega al Señor, y su Palabra mora en abundancia en él, entonces y sólo entonces se produce un cambio en la vida el cristiano (Colosenses 3:16). Cambio que será manifiesto a todos los que le rodean.

En estos últimos tiempos, muchos pensamos que el Señor viene pronto, y la pregunta es: ¿Cómo nos encontrará? ¿Cuál es el resultado de nuestra labor? y ¿Qué haremos con lo falta hacer?
Realmente necesitamos un avivamiento. Que Dios nos ilumine al considerar este tema.

Esta bien, pero...

En todos los creyentes encontramos dos aspectos bien definidos. Uno positivo y otro negativo. De acuerdo a cuál es el más fuerte, es el grado de fidelidad y devoción al Señor.

No obstante ello, todos tenemos un lado positivo. Tan cierto como que Dios juzga a nuesta vida sumamente importante, porque evidentemente tenemos un aspecto que es determinante.

Lamentablemente, los creyentes tenemos la tendencia a observar solo el lado negativo de las personas y de cosas. Esta práctica nos conduce inexorablemente a un falso juico de valor, porque siempre privilegiamos lo negativo sobre lo positivo, desconociendo o minimizando lo bueno que uno puede llegar a ser o hacer.

Este es un problema que causa, muchas dificultades en el pueblo de Dios, porque produce desánimo en el que trabaja y rencor en el que ha sido juzgado por los demás.

A esta altura, tal vez mas de uno piense que estamos haciendo un alegato a favor de la tolerancia a los errores que puedan realizan nuestros hermanos. Lejos está de nosotros aseverar este principio. Sí, pretendemos llamar a la atención sobre la necesidad de que en el trato unos a otros, podamos poner en práctica algunos principios bíblicos que nos lleven a un mayor respeto por los demás:

a) Valorar al hermano: La Biblia nos exhorta a que en “cuanto a honra, prefiréndoos los unos a los otros” (Rom. 12:10)

b) Nosotros podemos ser los equivocados: Los fariseos en los días del Señor, observaban los errores ajenos, ignorando los propios. Tengamos en cuenta que tal vez los errados podemos ser nosotros. (Mt. 7:5)

c) Corregir con fundamento los errores: El caso de Apolos (Hechos 18:24) es realmente ilustrativo. Él era una persona muy valiosa (elocuente, conocedor de las Escrituras, fervoroso, diligente), pero no conocía toda la verdad del evangelio. El matrimonio de Priscila y Aquila, seguramente vieron lo positivo y con fundamento corrigieron lo negativo. El resultado: Un vigoroso predicador del evangelio.

La tarea que tenemos por delante es muy grande, y las presiones del mundo en que vivimos, son muchas. Por eso es bueno que tomemos para nosotros el consejo que Pablo dejó a la iglesia en Tesalonica: “Anímense y edifíquense unos a otros” (1ª Tes. 5:11 - NVI)

martes, 26 de febrero de 2008

¡CUIDADO CON EL MENSAJERO!

El profeta Jeremías fue a lo largo de cuarenta años el mensajero de Dios para Israel. Durante su ministerio sufrió muchas privaciones, estuvo en la cárcel, fue echado en una cisterna (cap. 38), lo llevaron a Egipto en contra de su voluntad (cap. 43), padeció el rechazo de sus vecinos (11:19–21), de su familia (12:6), sus amigos (20:10), su audiencia (26:8) y los reyes (36:23).

Un párrafo aparte merecen los sacerdotes y aquellos que llamándose profetas, también hostigaron a Jeremías (20:1, 2; 28:1-17: 29:24-32). Hubo dos profetas, Hananías (cap.28) y Semaías (cap.29) que tuvieron un entredicho con Jeremías. El primero profetizaba diciendo que la deportación en Babilonia duraría solamente dos años, el segundo incitaba al sacerdote Sofonías a encarcelar a Jeremías acusándolo de estar loco por el contenido de sus mensajes. La respuesta de Dios para los dos falsos profetas fue similar, ambos serían destruidos por haber proclamado un mensaje basado en la mentira.

Pensemos por un momento en el pueblo de Israel, sumergido en una crisis espiritual, moral y social; recibiendo mensajes que son contradictorios, seguramente alguno se habrá preguntado ¿Cuál profeta es el verdadero? ¿Qué mensaje debemos escuchar?. Jeremias tiene una clara respuesta ante este interrogante (28:9), el cumplimiento de la profecia es señal de la veracidad del profeta. (ver Deut. 18:21,22)

Ahora bien, en este caso podemos observar una artimaña de Satanás; frente a un enérgico llamado de parte de Dios al arrepentimiento, levanta otras voces que también invocan a Dios, pero anuncian mentiras, entonces el objetivo está logrado, la confusión y desorientación solo agravan aún mas el estado general de Israel.

Hermanos, hoy nos toca vivir un tiempo similar al del profeta Jeremías; tiempo de corrupción y decadencia por causa del pecado que reina en el mundo. Como en la antigüedad, Dios hace un enérgico llamado al arrepentimiento y la fe en Cristo, ahora no por un solo profeta, sino a través millones de cristianos que anuncian el mensaje de amor y perdón. Pero atención, como en los tiempos antiguos, el Diablo levantan falsos maestros que predican un mensaje basado en la mentira, la disolución, la avaricia, la esclavitud etc. (ver 2ª Pedro cap. 2).

Seguramente también nosotros podamos tener nuestras dudas. Entonces, ¿Cómo saber cual es el mensaje verdadero?. Hay un método que no falla: Examinar todo a la luz de la Palabra de Dios. Ese es el ejemplo de los creyentes en Berea, "escudriñaban cada día las Escrituras" para comprobar si lo escuchado era verdadero (Hechos 17:10-15). Los creyentes de esta dispensación tenemos la Palabra de Dios completa, y esa es una bendición que no debemos desestimar. Por eso exhortamos a los creyentes a leer la Biblia, estudiarla y meditarla, de tal manera que bien afirmados en ella, podamos resistir los embates de aquellos falsos maestros que procuran distorsionar la pureza del mensaje de Dios para cada creyente.

BIEN CERCA DEL SEÑOR

Cuando leemos en el evangelio de Juan en el capitulo 13 vs. 21 en adelante, observamos al Señor junto a sus discípulos celebrando la cena de la pascua. Ya se avecinan las negras horas de la agonía y la cruz. El Señor ha anticipado su muerte en varias oportunidades, sin embargo parece que los discípulos aún no toman conciencia de lo que está por suceder.

En el cuadro descripto en el texto de referencia, encontramos al mismo Juan recostado cerca del pecho del Señor. Hermosa actitud la del evangelista. Demuestra un sentimiento que se traslada al hecho de estar bien cerca del Señor. Tal vez él es uno de los que aun no se han dado cuenta de que serán testigos presenciales del evento más significativo para la humanidad: Cristo muriendo en nuestro lugar y por nuestros pecados. Seguramente esta ha sido su actitud desde que conoció al Señor, aquel día cuando remendaba sus redes. Desde ese día lo dejó todo por seguir a Jesús, bien cerca de Él.

Bien cerca del Señor, como uno de los doce (Mr. 3:17), cuando resucitó a la hija de Jairo (Mr. 5:37), cuando vio su gloria en el monte de la transfiguración (Mr. 9:2), y presenció su agonía en el Getsemaní (Mr. 14:33). Bien cerca del Señor frente a la cruz junto a aquellas piadosas mujeres (Jn.19:26, 27).

Extraordinaria actitud de un discípulo frente a su Señor, estar bien cerca.

Cuando deseamos estar cerca, bien cerca de una persona; es porque nos alientan algunos de estos factores: el amor, la admiración y la alegría. Tratándose de nuestro Señor Jesús con mas razón. El mismo Juan dice que le amamos a Él, porque Él nos amó primero (1ª Jn. 4:19). Amamos al Señor porque Él nos demostró su amor y misericordia; le admiramos por la grandeza de su persona, porque no hubo ni habrá nadie igual a Él, Cristo es único; y nos alegramos en Él porque su perdón ha sanado nuestro corazón, devolviendo el gozo que el pecado nos quitó.

Con semejantes razones, ¿cómo no vamos a estar cerca del Señor? ¿por que nos vamos a perder la enorme satisfacción de disfrutar su presencia? ¿hay algo mejor? ¿Toda la diversión del mundo o toda la riqueza de esta tierra es mayor que el gozo de seguir a Cristo?, la respuesta es una sola: Nada se puede comparar con la presencia del Señor Jesús.

Hermanos vivamos siempre cerca del Señor, en una intima comunión, que al igual que Juan, por la fe y movidos por nuestro amor a Él, podamos desarrollar nuestra vida cerca, bien cerca del Señor

SI TENEMOS A CRISTO...

Día tras día nos sentimos azorados viendo la situación caótica en la que vivimos. Unos preocupados por la pérdida de sus ahorros, otros angustiados por la pérdida de sus trabajos, un numeroso grupo de personas intranquilas por la suerte de las obligaciones que contrajeron. A esa situación se agregan las circunstancias que ya estabamos padeciendo, pobreza, inseguridad, desintegración familiar, violencia, etc.

Con seguridad, no estamos refiriendo nada nuevo, es más, probablemente estemos hastiados de estas noticias que lo único que han conseguido es profundizar mas nuestra angustia. Con relación a este punto, observamos que en distintos medios de comunicación hay una preocupación por la reacción emocional de las personas en medio de esta crisis. Distintos son los aspectos que se analizan: Cómo impacta la crisis a los niños, en las relaciones de pareja, en los ámbitos laborales, en la sociedad, en el descanso, etc. Parece que estamos convencidos que esta situación nos está afectando gravemente. Verdaderamente es así. Por eso no nos extraña ver rostros desencajados, intolerancia acompañada de ira.

Ahora bien, ¿y que de nosotros los creyentes en Cristo?. Bien dijo el Señor Jesús: "... estos están en el mundo" (Jn. 17:11), y es cierto, vivimos las mismas circunstancias que aquellos que nos rodean, padecemos sus mismos problemas, y luchamos para salir adelante igual que los demás. Sin embargo hay una maravillosa verdad, el Señor Jesús ora al Padre por nosotros: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" (Jn.17:15). Esta es la oración intercesora de aquel que es nuestro Sumo Sacerdote.

El apóstol Pablo fue alguien que vivió circunstancias tremendas en su vida, una lista de ellas podemos leerlas en 2ª Cor.11:16-33. Observemos por un momento aquello que fue su convicción: "ninguna cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rom. 8:39), "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Fil. 4:13), "Cristo poder de Dios" (1ª Cor. 1:24). Pablo encontraba su fortaleza, su seguridad y victoria en Cristo, por eso podía exclamar: "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús (2ª Cor.2:14).

Hay una frase que expresa una convicción semejante a la del apóstol: "Si tenemos a Cristo, tenemos todas las razones para tener esperanza". Hermanos, en el tiempo que nos toca vivir, recordemos que los creyentes estamos "en Cristo", que "somos de Él" y que tomados de su mano, es decir viviendo en comunión con el Señor, podremos pasar esta situación con esperanza, consuelo, y fortaleza.

miércoles, 13 de febrero de 2008

“Reconciliación: Un paso de la enemistad a la amistad”

“Reconciliación: Un paso de la enemistad a la amistad”

Es extraño ver dos personas que siendo enemigos, deponen sus actitudes y terminan estrechando lazos de amistad; tan extraño como ver dos amigos que llegan a distanciarse de tal manera, como si nunca hubiese existido relación alguna.

Podríamos afirmar sin equivocarnos, que el primer caso habla claramente de una actitud de reconciliación. Justamente éste, es el puente que nos permite pasar de la enemistad a la amistad; y tal como lo observáramos en el número anterior, el perdón verdadero, es uno de los elementos fundamentales para alcanzar a ese objetivo. Quisiéramos analizar algunos aspectos importantes acerca de este tema:

Debemos identificar el problema

En Efesios 4:26, 27 Pablo aborda el tema de la ira, brindando dos opciones: el enojo justo o el pecaminoso. Existen circunstancias en las cuales nos sentimos ofendidos, ya sea porque se ha injuriado la persona de Dios, o a nuestros hermanos, o porque los agraviados somos nosotros. Convenimos en que estas cosas causan mucho dolor y nos indignan. También está claro que el creyente puede airarse. Sin embargo observamos en el consejo apostólico una solemne advertencia: la línea demarcatoria entre la ira justa y la pecaminosa, es muy delgada. Esto nos indica que es preciso, siempre, obrar con prudencia.

También observamos que la ira tiene dos límites; “no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, “ni deis lugar al diablo”. No hay lugar a dudas, esto último es la raíz de los problemas: darle lugar al diablo. Cada vez que no confesamos nuestras culpas o no procuramos el perdón genuino, le otorgamos a nuestro adversario un espacio que de ninguna manera desaprovechará. Recordamos al respecto una anécdota acerca de un matrimonio misionero de nuestro pais; ellos tenían por costumbre a la noche antes de dormir, recitar juntos el Salmo 23 como un recordatorio permanente del cuidado pastoral del Señor. Cuando surgía un problema durante el día, este saludable hábito los ayudaba a encontrar una solución al mismo, de otra manera no se sentirían en ánimo para recitar el texto bíblico; es decir procuraban no dar lugar al diablo, y sí a la obra de Dios.

¿Qué es la reconciliación?

Básicamente significa volver a unir dos partes que han estado en conflicto, es decir restablecer amistad y armonía. En el Nuevo Testamento encontramos que se aplica a la relación entre Dios y los hombres. Jesucristo realiza la obra fundamental de la reconciliación “por medio de la sangre de su cruz” (Col. 1:19-23). Se puede observar que no es Dios el que se reconcilia con el hombre, sino el ser humano que por medio de Cristo se reconcilia con Dios; porque en definitiva somos nosotros y no Dios quién se ha distanciado por causa del pecado.

Pero también encontramos una clara enseñanza acerca de la reconciliación entre hermanos. En Mateo 5:23, 24, el Señor Jesús exhorta al hermano ofensor, a que se reconcilie con su hermano a quien ha ofendido. La Palabra de Dios utiliza en esta porción, un término original que difiere en concepto, a los utilizados para referirse a la relación entre Dios y los hombres. Mientras que en el último caso, la reconciliación significa el cambio en la parte ofensora, en el mencionado versículo de Mateo indica una concesión mutua, después de una mutua hostilidad. Entendemos que en muchas oportunidades los problemas tienen culpas compartidas, entonces es necesario un entendimiento recíproco. También hay circunstancias en las cuales la culpa sólo cae en una de las partes, en ese caso la concesión que hace el ofendido es el perdón verdadero.

En busca de la reconciliación

Siguiendo el pensamiento de la Palabra de Dios; hallamos un fuerte énfasis en la necesidad de la reconciliación. La referencia bíblica, nos dice claramente que de otra forma, no hay poder en la adoración, y existe el peligro de males mayores, si no se llega a una solución. Recordemos que la raíz del problema, es darle lugar al diablo, por lo tanto debemos dar los pasos que le permitan a Dios realizar su obra:

a) Iniciativa: Observemos que tanto en Mateo como en Efesios, es necesario ser diligentes en buscar una solución al conflicto. Tengamos presente que ese refrán que dice “el tiempo cura las heridas”, es una falacia; dejar pasar las oportunidades profundiza más la raíz de amargura.

b) Reconocimiento y confesión: Este es un punto clave, ser sinceros al reconocer la falta, y valientes para confesarlo es el segundo paso que debemos dar.

c) Arrepentimiento: Como tercera instancia, es necesario un cambio de actitud. Esto nos permite orientar nuestra conducta de tal manera de no cometer los mismos errores.

d) Perdón: Este es el propósito final, que ambas partes en discordia alcancen el perdón genuino. Tanto el que lo solicita como el que lo otorga.

Finalmente pensamos que el perdón y la reconciliación son dos elementos que nos permiten curar las heridas que producen las roces entre los hermanos. Sería excelente nunca recurrir a estos remedios, sino conducirnos siempre con la actitud que nos demanda la Palabra de Dios: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos” (Romanos 12:18 NVI).

¿COBARDES O VALIENTES? por Ana María H. de Giannelli

Apenas comenzado este año seguramente nos preguntamos, y quizás con temor por los acontecimientos políticos y económicos, "¿qué nos depara este año?". ¿Nos enfrentaremos a él con angustia, perturbadas, anuladas como individuos, perdiendo el valor y el instinto de la defensa? (cobardía) ó ¿lo haremos con una superior virtud del ánimo, desestimando los peligros que puedan oponerse ? (valor que se lleva en el corazón y en la conciencia).

En el libro de Josué 1:2, el Señor mismo le ordena a su siervo "...ahora, pues, levántate y pasa este Jordán,...a la tierra que Yo les doy" y en el vs. 9: "mira que te mando que te esfuerces y seas valiente, no temas ni desmayes porque Jehová tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas".

Podemos apropiarnos de esta promesa que Dios le hizo a Josué, porque el principio sigue vigente para nosotras, recordemos las palabras del Señor en la gran comisión "... y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo, amén" (Mt. 28:19)

Si leemos lo que sucedió cuarenta años antes en el libro de Números capítulos 13 y 14, tenemos al pueblo de Israel, "EL PUEBLO DE DIOS", a las puertas de la tierra prometida, pero quisieron más información antes de entrar a poseerla ¿acaso no confiaron en que Dios les tenía preparado lo mejor como se los había prometido?( Éx 33: 1-3). Allí envía Moisés a doce príncipes, doce líderes revestidos de autoridad, los doce en igualdad de condiciones, con la misma misión y con el mismo Dios.

La gran diferencia estuvo a la vuelta de los cuarenta días de haber recorrido la tierra:

· Del grupo espía, diez (mayoría) reconocieron que verdaderamente era tierra que fluye leche y miel, pero se sintieron como langostas ante los habitantes del lugar y dijeron:-"no podemos subir". Infundieron tal terror al pueblo que éste lloró toda la noche y deseó el volver a Egipto. Tenían grandes dificultades y un bajo concepto de Dios, arruinaron sus propias vidas y la de quienes le creyeron.

· Sólo dos (Josué y Caleb), además de admirar las bondades de la tierra, dijeron :- "Podemos, Dios está con nosotros". Confiaron en Jehová, miraron la dificultad a través de los ojos del Señor. Sólo para ellos, que confiaron en Dios, los gigantes que vieron allí, eran insignificantes. Nos dice la Palabra que había en Josué y Caleb OTRO ESPÍRITU

La cobardía dice " NO PUEDO", la valentía dice " PUEDO" en Cristo que me fortalece.

El camino que transitamos hacia nuestra Tierra Prometida tiene y tendrá muchas dificultades, está en nosotras sentirnos como langostas y peor aún, contagiarlo a otros, volando sin rumbo como una hoja en medio de la tormenta, ó sentirnos seguras de la victoria junto al Señor, demostrando que verdaderamente en nosotras hay OTRO ESPÍRITU, porque pertenecemos a la nación santa, al pueblo adquirido por Dios, por eso:

> A grandes problemas, el poder de Dios es aún más grande.
> Pidamos a Dios que nos muestre su voluntad en cada decisión importante.
> No hagamos nada por las propias fuerzas, sino con el Señor

Así como Dios le encomendó a Josué:-"esfuérzate", nosotras también debemos hacerlo, basándonos en:

1 - La promesa de Dios ( vs. 5 y 6), una victoria segura.
2 - La Palabra de Dios ( vs. 7 y 8), la guía segura.
3 - La presencia de Dios (vs. 9) un poder sustentador.

La vida victoriosa es simplemente una vida rendida totalmente a Dios, en la que Cristo vive dentro y en completo control, una vida en la que el único deseo es dar gloria a Jesucristo.

Por eso hermana: levántate, ponte toda la armadura de Dios (Ef. 6:13-18) y recorre este año confiando en que el Señor tu Dios estará contigo, "porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" ( 2ª Tim. 1: 7).

martes, 22 de enero de 2008

Cantemos con inteligencia (Salmo 47:7)

Es bien sabido por todos que alabanza y adoración, no son sinónimos, sino que cada uno de estos términos encierran un concepto bien diferente. Alfredo P. Gibss en su excelente libro titulado “Adoración”, nos brinda una clara diferenciación entre oración, alabanza y adoración: “La oración es la ocupación del alma con sus necesidades, la alabanza es la ocupación del alma con sus bendiciones, la adoración es la ocupación del alma en Dios mismo”.

La adoración, es una expresión de espiritualidad y sinceridad, que necesariamente debe ir acompañada de una comprensión inteligente de lo que se realiza (1ra. Cor.14:15). La adoración no es simplemente un sentimiento u emoción, sino un acto en el cual hay una concentración de nuestros pensamientos en la persona de Dios. Es decir le adoramos por lo que Él es.

En estos días se piensa en adoración y alabanza y se lo asocia con la música y el canto. Esto no es del todo correcto. Si bien nuestras canciones pueden ser una expresión de alabanza y adoración, no es el único medio. Podemos alabar y adorar a Dios también en nuestras oraciones, en la devoción diaria, en una vida santa. Si solamente lo reducimos a la música, corremos un peligro: creer que sólo algunos pueden adorar y que sólo se hace efectivo si uno tiene el talento musical. Esto no es así, todos podemos y debemos alabar y adorar a nuestro Dios.

No obstante, no ignoramos la importancia de la alabanza y la adoración en la Iglesia, y quisiéramos compartir algunos conceptos acuñados luego de varios años en la dirección del canto congregacional:

Un trabajo para entendidos:

Observemos a David organizando al pueblo en el traslado del Arca (1ª Cro. 15:22), ha formado una congregación de cantores y músicos, pero es necesario un director, y para ello selecciona a Quenanías, él tiene una virtud, es entendido en la materia. La iglesia es una gran congregación de cantores que necesita de un director idóneo.

¿Cuál es la medida necesaria?. Obviamente debe tener talento natural para la música, pero unido a una condición imprescindible: espiritualidad. Un director de canto sin capacidad para ello, no puede guiar a una correcta entonación; pero un director falto de espiritualidad, ha de desviar la atención de los creyentes, del verdadero objetivo de la alabanza.

No se encuentran exentos de estos requerimientos, aquellos que interpretan la música tanto congregacional o solista.

Por favor, estas frases no:

Mencionamos sólo algunas expresiones muy comunes, que sería bueno erradicar de nuestro vocabulario, porque no ayudan a un correcto desarrollo del culto de alabanza y adoración, por ejemplo:
· Luego de cantar un buen rato, en no pocas oportunidades se dice “para comenzar vamos a cantar tal o cual himno”, eso quiere decir que lo que se hizo primero no era parte del culto.
· En otras ocasiones se expresa “cantemos de pie para cambiar la posición”, es cierto que no importan tanto las posturas, sentados o de pie Dios nos oye igual, pero revela una actitud muy repetida: cantamos sólo para ocupar un espacio de la reunión.
· También escuchamos “mientras esperamos a los hermanos, podemos cantar”, ¿cuál es la motivación?, ¿Un mero entretenimiento?
· En otras oportunidades se cree que “aplaudiendo vamos a cantar con más ánimo”, como si el batir las palmas es el incentivo necesario para mejorar la alabanza.
Recordemos que cuando cantamos, lo hacemos en la presencia de Dios, y nuestras canciones son para él (1ª Cro.16:9), entonces desde el momento en que se reúne la congregación para la alabanza y adoración, es preciso que se genere un ambiente de reverencia y espiritualidad.

Himnos vs coritos:

En una oportunidad un hermano joven, nos dijo “cuando será el día que demos de baja al himnario”, dejando entrever su disconformidad con este cancionero que nos ha acompañado durante varias décadas; como contracara, para algunos hermanos, no hay reunión si no se canta por lo menos un himno.

No podemos desconocer la importancia y la profundidad de las letras de nuestro himnos, pero para ser honestos encontramos muchos “coritos” y canciones, que también encierran grandes verdades de las Escrituras.

Antes de elegir nuestros cantos haremos bien en analizarlos (recordemos aquello de “examinaldo todo, retened lo bueno – 1ªTes. 5:21) y observar si cumplen algunos requisitos importantes para que nuestra alabanza y adoración sea realmente un acto realizado con inteligencia: a) La letra debe estar basada en la Biblia, b) Es conveniente que esté escrita de forma que sea entendible por todos, c) El estilo de la canción debe ser tal, que conduzca la mente a Dios y no al desorden o la exaltación de los sentidos. Si la canción reúne estos requisitos, no importa que sea himno o coro, será apta para lo que se pretende.

Concluyendo, ¡hermanos, Dios busca adoradores!, Él espera de su pueblo, es decir de cada uno de nosotros, ese fruto de labios que confiesan su nombre. Que nuestra boca nunca esté cerrada a la alabanza, y que podamos hacerlo “en espíritu y en verdad”.

La lesión mas importante

Las charlas de fútbol, tradicionalmente siempre han sido una actividad exclusiva de los hombres. No obstante ello, en estos últimos tiempos observamos que son cada vez más las mujeres que se acercan a este deporte, y por supuesto también tienen una opinón al respecto. Si bien la noticia que vamos a comentar está relacionada al mundo del fútbol, no es estrictamente una información deportiva.

Sucede que en estas últimas semanas, se ha hablado de dos jugadores de fútbol con lesiones muy similares. Uno de ellos, de veintiún años y con un futuro profesional muy importante; por hallarse sumido en la depresión por causa de su problema, se quitó la vida, sorprendiendo a propios y extraños por tan desdichada decisión.

Como contracara, el otro deportista, perteneciente a un club de nuestra ciudad, reflejó ante todos los medios de comunicación, a pesar de la tristeza por la lesión, un espíritu de paz y confianza, que dejó admirados a todos aquellos que no le conocíamos.

Como bien lo expresara en repetidas oportunidades este joven deportista, la gran diferencia, es que él tiene a Cristo en su corazón.

Esto nos inspira algunas reflexiones: En primer lugar, observamos que las adversidades en nuestra vida, pueden convertirse en maravillosas oportunidades para dar testimonio de nuestra fe en Cristo. Es importante resaltar que este joven hermano ha sido escuchado por mas personas que cualquier otro predicador. En segundo lugar, podemos ver una vez más la importancia del testimonio personal; porque las vivencias de los cristianos siempre causan impacto en nuestros semejantes.

No podemos dejar de pensar en el joven que se quitó la vida, la lesión más importante no era la de su pierna, sino la del alma. Sin Cristo, nuestro ser está vacío, y creemos que cualquier cosa ha de llenarlo. En este caso, la tristeza, la amargura y la sensación de fracaso pudo más que la juventud, un futuro promisorio, y una familia que lo rodeaba. Necesariamente debemos preguntarnos ¿Cuántas chicas y muchachos a nuestro alrededor padecen este mismo problema y nosotros no lo sabemos? ¿Qué estamos haciendo para que ellos también conozcan a Cristo? ¿Es suficiente?. Estas preguntas, nos deben motivar a anunciar al mundo que Dios envió a su Hijo Jesucristo “a sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4:18).

viernes, 18 de enero de 2008

Buenos Consejos ...

El recibir y dar consejos es una experiencia de todas las personas. Comenzando por nuestra niñez, pasando por la adolescencia y la juventud. Siempre que hay alguien más grande o con mas trayectoria en la vida, hemos de recibir alguna indicación.

En nuestra juventud, pensamos que al llegar a la edad madura terminaríamos con una práctica que para la gente joven se convierte muchas veces en algo tedioso. Ahora, con unos cuantos años más nos damos cuenta que el "aconsejamiento" es una práctica siempre vigente.

No renegamos de los consejos, los hemos recibido en cantidad y muy buenos, con toda seguridad nos hubiéramos evitado muchos problemas si los hubiésemos puesto en práctica. La Biblia nos enseña acerca del valor de los consejos, Salomón decía "Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan" (Prov. 15:22 NVI).

Ahora bien, sucede que las personas son muy reacias a recibir consejos. En ese sentido quisiéramos apuntar dos motivos fundamentales: por una parte la actitud de los jóvenes y por otra la actitud de los mayores; ya que todos tenemos algo que ver en esta situación.

Un buen ejemplo de lo que les sucede a los jóvenes, lo hallamos en la parábola del hijo pródigo. Allí podemos observar a un joven impaciente, que deseaba independencia, como una forma de ser feliz. En términos generales, cualquier chico o muchacho que se encuentre por tomar esta determinación en su vida, recibe un consejo o amonestación por parte de sus padres. Probablemente, por la descripción del carácter que nos hace el Señor Jesús acerca de este padre, el joven hijo pródigo no tuvo escasez de consejo. No obstante lo vemos hacer su propia voluntad.

Esta es una cuestión muy curiosa del ser humano. Muchas veces el deseo de hacer cosas o tomar decisiones, es mas fuerte que todas las advertencias juntas. Este es un proceso que se observa con claridad en la juventud, pero que también se manifiesta en todas las etapas de la vida. Pensando en los proverbios de Salomón, encontramos una lección más: "El prudente ve el peligro y lo evita, el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias" (Prov. 22:3 NVI). Un signo de sabiduría o prudencia, es poder advertir el peligro y evitarlo, este es un proceso en el cual indefectiblemente necesitamos la orientación o el consejo que nos permita darnos cuenta de la situación peligrosa. ¡Gracias a Dios, porque siempre presenta señales en nuestro camino!, por medio de su Palabra y por el consejo de hermanos que nos guían para que no erremos.

También es bueno poder observar el problema desde el punto de vista de aquel que da un consejo. Pablo escribe en este sentido a Tito en cap. 2:6-8. Le pide que recomiende a los jóvenes a ser prudentes o sensatos. Esta es una recomendación muy valiosa, porque los ímpetus y desafíos de la juventud hace que muchas veces no seamos prudentes, sino que nos precipitemos en nuestras decisiones. Ser prudentes es un consejo inobjetable. Ahora bien, fijémosno que Pablo hace un gran hincapié en el respaldo moral y espiritual del consejero.

Ese respaldo a que Pablo hace referencia, se compone de dos aspectos fundamentales: primeramente ejemplo de vida demostrada a través de buenas obras, luego una enseñanza avalada por la integridad, la seriedad y un mensaje bien fundamentado.

Así que, es muy bueno tener capacidad y conocimiento para dar un correcto consejo, pero notamos que sin el respaldo moral y espiritual, tal vez lo que estamos consiguiendo es todo lo contrario a lo que dictan nuestras buenas intenciones.

Como dijimos al comienzo, a lo largo de toda nuestra vida hemos escuchado cantidad de consejos, muchos y muy buenos, y con buenas intenciones; pero en algunos casos sin ningún respaldo de vida. ¿Eso produce un rechazo por parte del joven de todo lo recibido?. En algunos casos termina siendo una enorme piedra de tropiezo, ya que la falsedad e hipocresía colaboran en apartar del camino al hermano que anda en dificultades espirituales. En otros casos, un consejo sin respaldo, es algo mas de lo mucho que se escucha. Pero quisiéramos dar nuestro testimonio de nuestra experiencia, los buenos consejos dados por buenos hermanos, fueron los que nos orientaron en nuestra vida, y los que nos sirvieron de dura reprensión cuando erramos el camino.

Hay un atributo de Dios que no siempre se mencionan en los libros de teología, y sin embargo se puede observar claramente: el equilibrio. Nuestro Dios es así, armonía, equilibrio en su persona y en el universo creado por Él. Los creyentes debemos imitar esta característica divina en todas nuestras relaciones: familia, trabajo, amistad, iglesia, y también en el arte de aconsejar y en la disposición para ser aconsejado.

Queridos hermanos jóvenes, tienen por delante un enorme desafío a lo largo de sus vidas, si el Señor no viene antes: el ser luminarias en este mundo, y vivir vidas de compromiso con Él a contramano de lo que dicta el sistema mundo gobernado por Satanás. En ese sentido, la Palabra de Dios nos llama a fortalecernos en el poder de la fuerza del Señor (Ef. 6:10), también hallamos en ella que Él nos ha dejado su Santo Espíritu para que nos guíe a toda verdad (Jn. 16:33), pero también observamos que nos ha provisto de la exhortación oportuna a través de hermanos que con sabiduría e integridad nos aconsejan como en el caso citado de Tito. No dejemos caer en saco roto la amonestación pertinente que tiene por fin orientarnos; la soberbia y el orgullo cierran el corazón y la mente, y ese es el gran fracaso del cristiano, no importa cual sea su edad.

Queridos hermanos mayores es buena la experiencia, y muy buena la intención de transmitirla a aquellos que nos siguen, pero no olvidemos la exhortación de Pablo a Tito. Tal vez lo podamos parafrasear de esta manera: Un buen consejo, dado por un buen consejero, será una eficaz herramienta en la vida del aconsejado.

sábado, 5 de enero de 2008

“Anorexia Espiritual”

Cuando una persona voluntariamente se niega a comer, definimos esa conducta como ayuno, sin embargo, cuando esta práctica se convierte en algo perjudicial para el organismo a tal punto que compromete la salud, lo denominamos anorexia.

Los desórdenes en la conducta alimentaria, tanto la anorexia como la bulimia, son trastornos que hacen mucho mal a la juventud, especialmente a las mujeres. El síntoma principal de la Anorexia, es la pérdida grave del apetito que deriva en una peligrosa pérdida de peso; es muy frecuente en mujeres de 12 a los 21 años, aunque también ocurre en mujeres y hombres de edad avanzada. En tanto que la bulimia se caracteriza por una ingesta compulsiva seguida por atracones que inducen el vómito, para evitar así el aumento de peso. Cualquiera de las dos enfermedades es producto de una distorsionada imagen corporal de uno mismo. Debiendo los padres con hijos adolescentes estar alerta frente a este peligro latente

Como analogía, en la Iglesia encontramos muchos creyentes que acusan síntomas de desorden en su conducta alimentaria espiritual, es decir, no experimentan el deseo del alimento que brinda la Palabra de Dios. Como en el caso de las enfermedades que describimos resumidamente, esta es una situación anormal.

La pregunta que nos hacemos es: ¿Por qué los creyentes caemos en este error?. Observamos primeramente que el creyente que no tiene apetito de la Palabra de Dios, exhibe conformidad con su situación, encuentra que está bien y que no necesita por el momento más alimento. Es el creyente que cumple con las reuniones, con la tarea que le es encomendada, que saluda amablemente a todos, etc.; pero que no da señales que puedan asegurar que haya experimentado crecimiento espiritual

En segundo lugar, la falta de una escala de valores espirituales, hace que el creyente no se ordene de la manera que nos enseña la Biblia.

Ahora bien, ¿Qué nos dice la Palabra de Dios con referencia a esto?. Al menos hallamos cuatro claves para el crecimiento sostenido del creyente:

· El Crecimiento lo da Dios (1ª Cor. 3:6,7): Desde el principio de la creación, Dios es el que ha formado, ha dado vida y sostiene todas las cosas. En el texto de referencia, Pablo se encuentra como un agricultor que solo ha hecho su parte, la de sembrar, luego Apolos realiza su tarea, riega; pero sobresale la actividad de Dios: da crecimiento. Él desea que crezcamos, pero ese crecimiento, no es resultado del empeño personal, ni tampoco es derivado de la emoción pasajera, sino que es resultado de la labor divina en nosotros. Cada avance en nuestra vida cristiana es resultado de la obra de Dios.

· Cristo es el fundamento (Ef. 2:20): Encontramos una descripción del Señor como “la piedra angular”, meditar en esta expresión ha permitido llegar a diferentes conclusiones. Para algunos, Cristo es el fundamento en el cual se sostiene toda la estructura; para otros, es la piedra central de un arco que da soporte a las restantes o como se ha observado puede ser también la piedra culminante de una pirámide, piedra que es única en su tamaño y forma. Sea cual fuere la apreciación más correcta, se destaca el hecho que, sustentados en Él hay crecimiento de Dios (comp. Col. 2:18,19), por ende fuera de él no hay crecimiento

· Vivir la verdad con amor (Ef. 4:15): Aquí hallamos una clave que nos describe las características del crecimiento espiritual: Un conducta marcada con virtudes que sólo podemos encontrar en Dios, verdad y amor. ¿Qué significa seguir o profesar la verdad en amor?. Básicamente habla de nuestra devoción de vida a Dios, es decir aquello que realizamos cada día y que demuestra que somos sus hijos. Vivir la verdad no es otra cosa que poner en práctica sus mandamientos, procurar en todo serle agradables y tener como objetivo supremo alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef.4:13), es decir llegar a la madurez en la vida cristiana.

· Para morada de Dios (Ef.2:22): Finalmente encontramos un objetivo, el fin que persigue el crecimiento, aquello que debe ser de estímulo para cada creyente: Ser edificados para morada de Dios por su Espíritu. Sin igual privilegio de los creyentes, de una condición pecadora y perdida, a convertirnos en nuevas criaturas, salvadas, redimidas y justificadas, que además son un templo o habitación de Dios por medio de su Espíritu. El crecimiento en nuestra vida está relacionado con este propósito divino. ¿Tiene nuestra vida características propias de un digno templo para Dios?. Ésta puede ser una pregunta muy útil al meditar en estas verdades. No crecemos por crecer, sino porque el destino final es ser un “templo santo” en el Señor.

¡Hermanos el Señor desea nuestro crecimiento!. Tengamos presente que, como también sucede con nuestro cuerpo, sin una buena alimentación no hay crecimiento, acercarnos a la Palabra de Dios, leerla, entenderla y obedecerla por amor al Señor, son el camino para una correcta alimentación y desarrollo espiritual.