sábado, 26 de julio de 2008

Bendita tú eres...

Se dice que la personalidad, es lo que hace a un individuo único y particular, es decir, son las características que lo distingue de otras personas. También en la personalidad hallamos cualidades que nos permiten saber de qué manera una persona actuará, y cómo será su reacción cuando se halle en diferentes circunstancias.

Teniendo en cuenta estos principios, es que nos parece oportuno indagar acerca de la personalidad de lo que podríamos llamar "una mujer de Dios".

Contrariamente a lo que es el pensamiento común de las personas, estos calificativos no son privativos de un grupo especial o privilegiado, sino que debe ser la meta de todo creyente, en este caso de nuestras hermanas en Cristo. Ser "una mujer de Dios" no es el privilegio de algunas, debe ser la meta de todas.

También nos gustaría destacar que el ser "una mujer de Dios", implica características tales como devoción, entrega, servicio, testimonio, es decir todo aquello que hace a una vida consagrada al Señor. Ser una mujer de Dios nos habla de una vida superior que se concreta en el andar de todos los días.

En las Sagradas Escrituras tenemos hermosos ejemplos de mujeres de Dios, podemos citar sólo algunas de ellas a modo de ilustración: Sara, Jocabed, Ana, Débora, Rut, Ester, Elisabet, María, Febe, Lidia, Priscila, etc. de todas ellas podemos extraer rasgos positivos de su personalidad que las distingue de las demás.

En esta oportunidad quisiéramos centrar nuestra atención en una joven distinguida o señalada, no por los hombres, sino por Dios mismo: María la madre del Señor Jesús.

En los primeros capítulos del evangelio de Lucas, la hallamos atravesando el período de desposorio, en el cual existía un compromiso sin que se consumara el matrimonio. Ella es una mujer joven y humilde de recursos, sin embargo recibe la más extraordinaria noticia: HABÍA SIDO ELEGIDA POR DIOS PARA QUE EN SU VIENTRE FUESE CONCEBIDO EL SALVADOR DEL MUNDO.

Muchas veces pensamos en los episodios que le tocaron vivir a María junto al Señor: comenzando por la concepción en forma excepcional, luego infancia en Nazaret, el comienzo de su ministerio público, el momento crucial del calvario, y los hechos finales de la vida de Cristo en la tierra, su resurrección y ascensión al cielo. ¿Qué cosas pasarían por la mente y corazón de esta joven muchacha? No lo sabemos; no obstante encontramos tres cualidades en su personalidad, que toda mujer cristiana debe imitar.

En primer lugar, podemos ver al ángel Gabriel realizando una extraordinaria declaración a María: Ella era "muy favorecida" y había "hallado gracia delante de Dios". ¿A qué se quiere refiere cuando expresa estas palabras? Sin lugar a dudas Dios se agradaba de la vida de esta joven israelita. Este es un maravilloso sello de aprobación divina, que también tuvieron otros siervos de la antigüedad como Noé, Moisés o David; es una señal, no tanto por lo que María iba a hacer, sino por la fidelidad y la devoción que ya observaba en su andar diario.

También podemos notar, que si bien todo lo que estaba sucediendo producía una lógica confusión en María, cuando Gabriel concluye con su mensaje, se oye una formidable declaración de subordinación y obediencia a Dios. Bien dijo el ángel "nada hay imposible para Dios". Él puede realizar su obra con nosotros o a pesar de nosotros (probablemente muchas veces pasa lo segundo), esta realidad no intimida a María, se observa que tiene una excelente disposición para que se cumpla en ella el plan de Dios. Es importante destacar una vez más que la situación que María iba a enfrentar no sería fácil (en el período del desposorio no podía quedar encinta) no obstante ello estaba dispuesta a obedecer. La obediencia para el cristiano, es una virtud que no debemos ignorar. Dios exige la obediencia de su pueblo (Deut. 10:12 / 1ª Sam. 15:22), y a lo que sabemos del tema podemos agregar que como en el caso de María, los mandamientos y propósitos divinos, no se discuten o excusan, se cumplen.

Se dice que una particularidad de los hombres es el carácter impulsivo, mientras que en el caso de las mujeres es su capacidad de reflexión y análisis, tal vez por eso no sea extraño que María luego de la visita de los pastores en el establo en Belén "atesoraba todas las cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón" (Lc. 2:19 BLA). Esta hermosa capacidad femenina, debería ser una práctica de todos los creyentes, el meditar o analizar profundamente en la presencia del Señor, su Palabra y aquellas cosas que nos acontecen, dejan siempre lecciones beneficiosas para nuestra vida. El salmista exclama "¡Oh cuánto amo yo tu Ley!, todo el día es ella mi meditación" (Salmo 119:97) revelando una aspecto importante de la meditación bíblica, el amor por la Palabra de Dios. Quién considera las Escrituras y pone su vida en las manos de Dios alcanza un alto grado de sensibilidad espiritual tal como la virgen María. Sensibilidad que le permite a uno tener el oído afinado para escuchar el consejo divino, los ojos abiertos para observar correctamente el camino a seguir y las manos firmes para mantener el rumbo establecido por Dios.

¿Cómo es una mujer de Dios?. Siguiendo la idea del apóstol Pedro, es aquella mujer que exhibe la verdadera belleza, "la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios" (1ª Ped.3:4 NVI). No conocemos el aspecto exterior de María, pero al leer los evangelios nos damos cuenta que ella era una mujer verdaderamente bella, porque en el ornato de su corazón brillaba la fidelidad, la obediencia y la sensibilidad espiritual, características propias de una mujer de Dios.

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