martes, 22 de enero de 2008

Cantemos con inteligencia (Salmo 47:7)

Es bien sabido por todos que alabanza y adoración, no son sinónimos, sino que cada uno de estos términos encierran un concepto bien diferente. Alfredo P. Gibss en su excelente libro titulado “Adoración”, nos brinda una clara diferenciación entre oración, alabanza y adoración: “La oración es la ocupación del alma con sus necesidades, la alabanza es la ocupación del alma con sus bendiciones, la adoración es la ocupación del alma en Dios mismo”.

La adoración, es una expresión de espiritualidad y sinceridad, que necesariamente debe ir acompañada de una comprensión inteligente de lo que se realiza (1ra. Cor.14:15). La adoración no es simplemente un sentimiento u emoción, sino un acto en el cual hay una concentración de nuestros pensamientos en la persona de Dios. Es decir le adoramos por lo que Él es.

En estos días se piensa en adoración y alabanza y se lo asocia con la música y el canto. Esto no es del todo correcto. Si bien nuestras canciones pueden ser una expresión de alabanza y adoración, no es el único medio. Podemos alabar y adorar a Dios también en nuestras oraciones, en la devoción diaria, en una vida santa. Si solamente lo reducimos a la música, corremos un peligro: creer que sólo algunos pueden adorar y que sólo se hace efectivo si uno tiene el talento musical. Esto no es así, todos podemos y debemos alabar y adorar a nuestro Dios.

No obstante, no ignoramos la importancia de la alabanza y la adoración en la Iglesia, y quisiéramos compartir algunos conceptos acuñados luego de varios años en la dirección del canto congregacional:

Un trabajo para entendidos:

Observemos a David organizando al pueblo en el traslado del Arca (1ª Cro. 15:22), ha formado una congregación de cantores y músicos, pero es necesario un director, y para ello selecciona a Quenanías, él tiene una virtud, es entendido en la materia. La iglesia es una gran congregación de cantores que necesita de un director idóneo.

¿Cuál es la medida necesaria?. Obviamente debe tener talento natural para la música, pero unido a una condición imprescindible: espiritualidad. Un director de canto sin capacidad para ello, no puede guiar a una correcta entonación; pero un director falto de espiritualidad, ha de desviar la atención de los creyentes, del verdadero objetivo de la alabanza.

No se encuentran exentos de estos requerimientos, aquellos que interpretan la música tanto congregacional o solista.

Por favor, estas frases no:

Mencionamos sólo algunas expresiones muy comunes, que sería bueno erradicar de nuestro vocabulario, porque no ayudan a un correcto desarrollo del culto de alabanza y adoración, por ejemplo:
· Luego de cantar un buen rato, en no pocas oportunidades se dice “para comenzar vamos a cantar tal o cual himno”, eso quiere decir que lo que se hizo primero no era parte del culto.
· En otras ocasiones se expresa “cantemos de pie para cambiar la posición”, es cierto que no importan tanto las posturas, sentados o de pie Dios nos oye igual, pero revela una actitud muy repetida: cantamos sólo para ocupar un espacio de la reunión.
· También escuchamos “mientras esperamos a los hermanos, podemos cantar”, ¿cuál es la motivación?, ¿Un mero entretenimiento?
· En otras oportunidades se cree que “aplaudiendo vamos a cantar con más ánimo”, como si el batir las palmas es el incentivo necesario para mejorar la alabanza.
Recordemos que cuando cantamos, lo hacemos en la presencia de Dios, y nuestras canciones son para él (1ª Cro.16:9), entonces desde el momento en que se reúne la congregación para la alabanza y adoración, es preciso que se genere un ambiente de reverencia y espiritualidad.

Himnos vs coritos:

En una oportunidad un hermano joven, nos dijo “cuando será el día que demos de baja al himnario”, dejando entrever su disconformidad con este cancionero que nos ha acompañado durante varias décadas; como contracara, para algunos hermanos, no hay reunión si no se canta por lo menos un himno.

No podemos desconocer la importancia y la profundidad de las letras de nuestro himnos, pero para ser honestos encontramos muchos “coritos” y canciones, que también encierran grandes verdades de las Escrituras.

Antes de elegir nuestros cantos haremos bien en analizarlos (recordemos aquello de “examinaldo todo, retened lo bueno – 1ªTes. 5:21) y observar si cumplen algunos requisitos importantes para que nuestra alabanza y adoración sea realmente un acto realizado con inteligencia: a) La letra debe estar basada en la Biblia, b) Es conveniente que esté escrita de forma que sea entendible por todos, c) El estilo de la canción debe ser tal, que conduzca la mente a Dios y no al desorden o la exaltación de los sentidos. Si la canción reúne estos requisitos, no importa que sea himno o coro, será apta para lo que se pretende.

Concluyendo, ¡hermanos, Dios busca adoradores!, Él espera de su pueblo, es decir de cada uno de nosotros, ese fruto de labios que confiesan su nombre. Que nuestra boca nunca esté cerrada a la alabanza, y que podamos hacerlo “en espíritu y en verdad”.

La lesión mas importante

Las charlas de fútbol, tradicionalmente siempre han sido una actividad exclusiva de los hombres. No obstante ello, en estos últimos tiempos observamos que son cada vez más las mujeres que se acercan a este deporte, y por supuesto también tienen una opinón al respecto. Si bien la noticia que vamos a comentar está relacionada al mundo del fútbol, no es estrictamente una información deportiva.

Sucede que en estas últimas semanas, se ha hablado de dos jugadores de fútbol con lesiones muy similares. Uno de ellos, de veintiún años y con un futuro profesional muy importante; por hallarse sumido en la depresión por causa de su problema, se quitó la vida, sorprendiendo a propios y extraños por tan desdichada decisión.

Como contracara, el otro deportista, perteneciente a un club de nuestra ciudad, reflejó ante todos los medios de comunicación, a pesar de la tristeza por la lesión, un espíritu de paz y confianza, que dejó admirados a todos aquellos que no le conocíamos.

Como bien lo expresara en repetidas oportunidades este joven deportista, la gran diferencia, es que él tiene a Cristo en su corazón.

Esto nos inspira algunas reflexiones: En primer lugar, observamos que las adversidades en nuestra vida, pueden convertirse en maravillosas oportunidades para dar testimonio de nuestra fe en Cristo. Es importante resaltar que este joven hermano ha sido escuchado por mas personas que cualquier otro predicador. En segundo lugar, podemos ver una vez más la importancia del testimonio personal; porque las vivencias de los cristianos siempre causan impacto en nuestros semejantes.

No podemos dejar de pensar en el joven que se quitó la vida, la lesión más importante no era la de su pierna, sino la del alma. Sin Cristo, nuestro ser está vacío, y creemos que cualquier cosa ha de llenarlo. En este caso, la tristeza, la amargura y la sensación de fracaso pudo más que la juventud, un futuro promisorio, y una familia que lo rodeaba. Necesariamente debemos preguntarnos ¿Cuántas chicas y muchachos a nuestro alrededor padecen este mismo problema y nosotros no lo sabemos? ¿Qué estamos haciendo para que ellos también conozcan a Cristo? ¿Es suficiente?. Estas preguntas, nos deben motivar a anunciar al mundo que Dios envió a su Hijo Jesucristo “a sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4:18).

viernes, 18 de enero de 2008

Buenos Consejos ...

El recibir y dar consejos es una experiencia de todas las personas. Comenzando por nuestra niñez, pasando por la adolescencia y la juventud. Siempre que hay alguien más grande o con mas trayectoria en la vida, hemos de recibir alguna indicación.

En nuestra juventud, pensamos que al llegar a la edad madura terminaríamos con una práctica que para la gente joven se convierte muchas veces en algo tedioso. Ahora, con unos cuantos años más nos damos cuenta que el "aconsejamiento" es una práctica siempre vigente.

No renegamos de los consejos, los hemos recibido en cantidad y muy buenos, con toda seguridad nos hubiéramos evitado muchos problemas si los hubiésemos puesto en práctica. La Biblia nos enseña acerca del valor de los consejos, Salomón decía "Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan" (Prov. 15:22 NVI).

Ahora bien, sucede que las personas son muy reacias a recibir consejos. En ese sentido quisiéramos apuntar dos motivos fundamentales: por una parte la actitud de los jóvenes y por otra la actitud de los mayores; ya que todos tenemos algo que ver en esta situación.

Un buen ejemplo de lo que les sucede a los jóvenes, lo hallamos en la parábola del hijo pródigo. Allí podemos observar a un joven impaciente, que deseaba independencia, como una forma de ser feliz. En términos generales, cualquier chico o muchacho que se encuentre por tomar esta determinación en su vida, recibe un consejo o amonestación por parte de sus padres. Probablemente, por la descripción del carácter que nos hace el Señor Jesús acerca de este padre, el joven hijo pródigo no tuvo escasez de consejo. No obstante lo vemos hacer su propia voluntad.

Esta es una cuestión muy curiosa del ser humano. Muchas veces el deseo de hacer cosas o tomar decisiones, es mas fuerte que todas las advertencias juntas. Este es un proceso que se observa con claridad en la juventud, pero que también se manifiesta en todas las etapas de la vida. Pensando en los proverbios de Salomón, encontramos una lección más: "El prudente ve el peligro y lo evita, el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias" (Prov. 22:3 NVI). Un signo de sabiduría o prudencia, es poder advertir el peligro y evitarlo, este es un proceso en el cual indefectiblemente necesitamos la orientación o el consejo que nos permita darnos cuenta de la situación peligrosa. ¡Gracias a Dios, porque siempre presenta señales en nuestro camino!, por medio de su Palabra y por el consejo de hermanos que nos guían para que no erremos.

También es bueno poder observar el problema desde el punto de vista de aquel que da un consejo. Pablo escribe en este sentido a Tito en cap. 2:6-8. Le pide que recomiende a los jóvenes a ser prudentes o sensatos. Esta es una recomendación muy valiosa, porque los ímpetus y desafíos de la juventud hace que muchas veces no seamos prudentes, sino que nos precipitemos en nuestras decisiones. Ser prudentes es un consejo inobjetable. Ahora bien, fijémosno que Pablo hace un gran hincapié en el respaldo moral y espiritual del consejero.

Ese respaldo a que Pablo hace referencia, se compone de dos aspectos fundamentales: primeramente ejemplo de vida demostrada a través de buenas obras, luego una enseñanza avalada por la integridad, la seriedad y un mensaje bien fundamentado.

Así que, es muy bueno tener capacidad y conocimiento para dar un correcto consejo, pero notamos que sin el respaldo moral y espiritual, tal vez lo que estamos consiguiendo es todo lo contrario a lo que dictan nuestras buenas intenciones.

Como dijimos al comienzo, a lo largo de toda nuestra vida hemos escuchado cantidad de consejos, muchos y muy buenos, y con buenas intenciones; pero en algunos casos sin ningún respaldo de vida. ¿Eso produce un rechazo por parte del joven de todo lo recibido?. En algunos casos termina siendo una enorme piedra de tropiezo, ya que la falsedad e hipocresía colaboran en apartar del camino al hermano que anda en dificultades espirituales. En otros casos, un consejo sin respaldo, es algo mas de lo mucho que se escucha. Pero quisiéramos dar nuestro testimonio de nuestra experiencia, los buenos consejos dados por buenos hermanos, fueron los que nos orientaron en nuestra vida, y los que nos sirvieron de dura reprensión cuando erramos el camino.

Hay un atributo de Dios que no siempre se mencionan en los libros de teología, y sin embargo se puede observar claramente: el equilibrio. Nuestro Dios es así, armonía, equilibrio en su persona y en el universo creado por Él. Los creyentes debemos imitar esta característica divina en todas nuestras relaciones: familia, trabajo, amistad, iglesia, y también en el arte de aconsejar y en la disposición para ser aconsejado.

Queridos hermanos jóvenes, tienen por delante un enorme desafío a lo largo de sus vidas, si el Señor no viene antes: el ser luminarias en este mundo, y vivir vidas de compromiso con Él a contramano de lo que dicta el sistema mundo gobernado por Satanás. En ese sentido, la Palabra de Dios nos llama a fortalecernos en el poder de la fuerza del Señor (Ef. 6:10), también hallamos en ella que Él nos ha dejado su Santo Espíritu para que nos guíe a toda verdad (Jn. 16:33), pero también observamos que nos ha provisto de la exhortación oportuna a través de hermanos que con sabiduría e integridad nos aconsejan como en el caso citado de Tito. No dejemos caer en saco roto la amonestación pertinente que tiene por fin orientarnos; la soberbia y el orgullo cierran el corazón y la mente, y ese es el gran fracaso del cristiano, no importa cual sea su edad.

Queridos hermanos mayores es buena la experiencia, y muy buena la intención de transmitirla a aquellos que nos siguen, pero no olvidemos la exhortación de Pablo a Tito. Tal vez lo podamos parafrasear de esta manera: Un buen consejo, dado por un buen consejero, será una eficaz herramienta en la vida del aconsejado.

sábado, 5 de enero de 2008

“Anorexia Espiritual”

Cuando una persona voluntariamente se niega a comer, definimos esa conducta como ayuno, sin embargo, cuando esta práctica se convierte en algo perjudicial para el organismo a tal punto que compromete la salud, lo denominamos anorexia.

Los desórdenes en la conducta alimentaria, tanto la anorexia como la bulimia, son trastornos que hacen mucho mal a la juventud, especialmente a las mujeres. El síntoma principal de la Anorexia, es la pérdida grave del apetito que deriva en una peligrosa pérdida de peso; es muy frecuente en mujeres de 12 a los 21 años, aunque también ocurre en mujeres y hombres de edad avanzada. En tanto que la bulimia se caracteriza por una ingesta compulsiva seguida por atracones que inducen el vómito, para evitar así el aumento de peso. Cualquiera de las dos enfermedades es producto de una distorsionada imagen corporal de uno mismo. Debiendo los padres con hijos adolescentes estar alerta frente a este peligro latente

Como analogía, en la Iglesia encontramos muchos creyentes que acusan síntomas de desorden en su conducta alimentaria espiritual, es decir, no experimentan el deseo del alimento que brinda la Palabra de Dios. Como en el caso de las enfermedades que describimos resumidamente, esta es una situación anormal.

La pregunta que nos hacemos es: ¿Por qué los creyentes caemos en este error?. Observamos primeramente que el creyente que no tiene apetito de la Palabra de Dios, exhibe conformidad con su situación, encuentra que está bien y que no necesita por el momento más alimento. Es el creyente que cumple con las reuniones, con la tarea que le es encomendada, que saluda amablemente a todos, etc.; pero que no da señales que puedan asegurar que haya experimentado crecimiento espiritual

En segundo lugar, la falta de una escala de valores espirituales, hace que el creyente no se ordene de la manera que nos enseña la Biblia.

Ahora bien, ¿Qué nos dice la Palabra de Dios con referencia a esto?. Al menos hallamos cuatro claves para el crecimiento sostenido del creyente:

· El Crecimiento lo da Dios (1ª Cor. 3:6,7): Desde el principio de la creación, Dios es el que ha formado, ha dado vida y sostiene todas las cosas. En el texto de referencia, Pablo se encuentra como un agricultor que solo ha hecho su parte, la de sembrar, luego Apolos realiza su tarea, riega; pero sobresale la actividad de Dios: da crecimiento. Él desea que crezcamos, pero ese crecimiento, no es resultado del empeño personal, ni tampoco es derivado de la emoción pasajera, sino que es resultado de la labor divina en nosotros. Cada avance en nuestra vida cristiana es resultado de la obra de Dios.

· Cristo es el fundamento (Ef. 2:20): Encontramos una descripción del Señor como “la piedra angular”, meditar en esta expresión ha permitido llegar a diferentes conclusiones. Para algunos, Cristo es el fundamento en el cual se sostiene toda la estructura; para otros, es la piedra central de un arco que da soporte a las restantes o como se ha observado puede ser también la piedra culminante de una pirámide, piedra que es única en su tamaño y forma. Sea cual fuere la apreciación más correcta, se destaca el hecho que, sustentados en Él hay crecimiento de Dios (comp. Col. 2:18,19), por ende fuera de él no hay crecimiento

· Vivir la verdad con amor (Ef. 4:15): Aquí hallamos una clave que nos describe las características del crecimiento espiritual: Un conducta marcada con virtudes que sólo podemos encontrar en Dios, verdad y amor. ¿Qué significa seguir o profesar la verdad en amor?. Básicamente habla de nuestra devoción de vida a Dios, es decir aquello que realizamos cada día y que demuestra que somos sus hijos. Vivir la verdad no es otra cosa que poner en práctica sus mandamientos, procurar en todo serle agradables y tener como objetivo supremo alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef.4:13), es decir llegar a la madurez en la vida cristiana.

· Para morada de Dios (Ef.2:22): Finalmente encontramos un objetivo, el fin que persigue el crecimiento, aquello que debe ser de estímulo para cada creyente: Ser edificados para morada de Dios por su Espíritu. Sin igual privilegio de los creyentes, de una condición pecadora y perdida, a convertirnos en nuevas criaturas, salvadas, redimidas y justificadas, que además son un templo o habitación de Dios por medio de su Espíritu. El crecimiento en nuestra vida está relacionado con este propósito divino. ¿Tiene nuestra vida características propias de un digno templo para Dios?. Ésta puede ser una pregunta muy útil al meditar en estas verdades. No crecemos por crecer, sino porque el destino final es ser un “templo santo” en el Señor.

¡Hermanos el Señor desea nuestro crecimiento!. Tengamos presente que, como también sucede con nuestro cuerpo, sin una buena alimentación no hay crecimiento, acercarnos a la Palabra de Dios, leerla, entenderla y obedecerla por amor al Señor, son el camino para una correcta alimentación y desarrollo espiritual.