sábado, 5 de enero de 2008

“Anorexia Espiritual”

Cuando una persona voluntariamente se niega a comer, definimos esa conducta como ayuno, sin embargo, cuando esta práctica se convierte en algo perjudicial para el organismo a tal punto que compromete la salud, lo denominamos anorexia.

Los desórdenes en la conducta alimentaria, tanto la anorexia como la bulimia, son trastornos que hacen mucho mal a la juventud, especialmente a las mujeres. El síntoma principal de la Anorexia, es la pérdida grave del apetito que deriva en una peligrosa pérdida de peso; es muy frecuente en mujeres de 12 a los 21 años, aunque también ocurre en mujeres y hombres de edad avanzada. En tanto que la bulimia se caracteriza por una ingesta compulsiva seguida por atracones que inducen el vómito, para evitar así el aumento de peso. Cualquiera de las dos enfermedades es producto de una distorsionada imagen corporal de uno mismo. Debiendo los padres con hijos adolescentes estar alerta frente a este peligro latente

Como analogía, en la Iglesia encontramos muchos creyentes que acusan síntomas de desorden en su conducta alimentaria espiritual, es decir, no experimentan el deseo del alimento que brinda la Palabra de Dios. Como en el caso de las enfermedades que describimos resumidamente, esta es una situación anormal.

La pregunta que nos hacemos es: ¿Por qué los creyentes caemos en este error?. Observamos primeramente que el creyente que no tiene apetito de la Palabra de Dios, exhibe conformidad con su situación, encuentra que está bien y que no necesita por el momento más alimento. Es el creyente que cumple con las reuniones, con la tarea que le es encomendada, que saluda amablemente a todos, etc.; pero que no da señales que puedan asegurar que haya experimentado crecimiento espiritual

En segundo lugar, la falta de una escala de valores espirituales, hace que el creyente no se ordene de la manera que nos enseña la Biblia.

Ahora bien, ¿Qué nos dice la Palabra de Dios con referencia a esto?. Al menos hallamos cuatro claves para el crecimiento sostenido del creyente:

· El Crecimiento lo da Dios (1ª Cor. 3:6,7): Desde el principio de la creación, Dios es el que ha formado, ha dado vida y sostiene todas las cosas. En el texto de referencia, Pablo se encuentra como un agricultor que solo ha hecho su parte, la de sembrar, luego Apolos realiza su tarea, riega; pero sobresale la actividad de Dios: da crecimiento. Él desea que crezcamos, pero ese crecimiento, no es resultado del empeño personal, ni tampoco es derivado de la emoción pasajera, sino que es resultado de la labor divina en nosotros. Cada avance en nuestra vida cristiana es resultado de la obra de Dios.

· Cristo es el fundamento (Ef. 2:20): Encontramos una descripción del Señor como “la piedra angular”, meditar en esta expresión ha permitido llegar a diferentes conclusiones. Para algunos, Cristo es el fundamento en el cual se sostiene toda la estructura; para otros, es la piedra central de un arco que da soporte a las restantes o como se ha observado puede ser también la piedra culminante de una pirámide, piedra que es única en su tamaño y forma. Sea cual fuere la apreciación más correcta, se destaca el hecho que, sustentados en Él hay crecimiento de Dios (comp. Col. 2:18,19), por ende fuera de él no hay crecimiento

· Vivir la verdad con amor (Ef. 4:15): Aquí hallamos una clave que nos describe las características del crecimiento espiritual: Un conducta marcada con virtudes que sólo podemos encontrar en Dios, verdad y amor. ¿Qué significa seguir o profesar la verdad en amor?. Básicamente habla de nuestra devoción de vida a Dios, es decir aquello que realizamos cada día y que demuestra que somos sus hijos. Vivir la verdad no es otra cosa que poner en práctica sus mandamientos, procurar en todo serle agradables y tener como objetivo supremo alcanzar “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef.4:13), es decir llegar a la madurez en la vida cristiana.

· Para morada de Dios (Ef.2:22): Finalmente encontramos un objetivo, el fin que persigue el crecimiento, aquello que debe ser de estímulo para cada creyente: Ser edificados para morada de Dios por su Espíritu. Sin igual privilegio de los creyentes, de una condición pecadora y perdida, a convertirnos en nuevas criaturas, salvadas, redimidas y justificadas, que además son un templo o habitación de Dios por medio de su Espíritu. El crecimiento en nuestra vida está relacionado con este propósito divino. ¿Tiene nuestra vida características propias de un digno templo para Dios?. Ésta puede ser una pregunta muy útil al meditar en estas verdades. No crecemos por crecer, sino porque el destino final es ser un “templo santo” en el Señor.

¡Hermanos el Señor desea nuestro crecimiento!. Tengamos presente que, como también sucede con nuestro cuerpo, sin una buena alimentación no hay crecimiento, acercarnos a la Palabra de Dios, leerla, entenderla y obedecerla por amor al Señor, son el camino para una correcta alimentación y desarrollo espiritual.

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