domingo, 30 de marzo de 2008

“Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos” Habacuc 3:2

Siempre es importante indagar en la Palabra de Dios, acerca del avivamiento espiritual. Este es un tema que sin lugar a dudas debemos considerar los creyentes.

Es muy probable que al hablar de aviamiento, nuestra memoria nos recuerde las hermosas historias que hemos leído sobre el despertar espiritual, ocurridas en distintas partes del mundo. Seguramente vienen a nuestra mente el nombre de muchos hermanos que fueron protagonistas de estos movimientos. Solo para mencionar algunos, podemos referirnos al avivamiento del siglo dieciocho bajo Juan Wesley, o Carlos Finney en el año 1821. También podemos recordar a Dwight L. Moody junto a Ira Sankey (autor de una gran cantidad de himnos) en 1871, o Jonatán Goforth en Corea a principios de 1900.

Claro que la pregunta que todos nos hacemos es: ¿En el tiempo que nos toca vivir, es posible un avivamiento? ¿Podemos ser nosotros protagonistas? ¿Necesariamente deben existir los milagros sobrenaturales? ¿Bajo que condiciones se debe dar un avivamiento?

No obstante, pensamos que un avivamiento, no comienza porque oremos mas, o tengamos mas actividades, o prediquemos mas. Todas estas podemos considerarlas como excelentes señales de un necesario cambio interior. Cuando el creyente experimenta una verdadera entrega al Señor, y su Palabra mora en abundancia en él, entonces y sólo entonces se produce un cambio en la vida el cristiano (Colosenses 3:16). Cambio que será manifiesto a todos los que le rodean.

En estos últimos tiempos, muchos pensamos que el Señor viene pronto, y la pregunta es: ¿Cómo nos encontrará? ¿Cuál es el resultado de nuestra labor? y ¿Qué haremos con lo falta hacer?
Realmente necesitamos un avivamiento. Que Dios nos ilumine al considerar este tema.

Esta bien, pero...

En todos los creyentes encontramos dos aspectos bien definidos. Uno positivo y otro negativo. De acuerdo a cuál es el más fuerte, es el grado de fidelidad y devoción al Señor.

No obstante ello, todos tenemos un lado positivo. Tan cierto como que Dios juzga a nuesta vida sumamente importante, porque evidentemente tenemos un aspecto que es determinante.

Lamentablemente, los creyentes tenemos la tendencia a observar solo el lado negativo de las personas y de cosas. Esta práctica nos conduce inexorablemente a un falso juico de valor, porque siempre privilegiamos lo negativo sobre lo positivo, desconociendo o minimizando lo bueno que uno puede llegar a ser o hacer.

Este es un problema que causa, muchas dificultades en el pueblo de Dios, porque produce desánimo en el que trabaja y rencor en el que ha sido juzgado por los demás.

A esta altura, tal vez mas de uno piense que estamos haciendo un alegato a favor de la tolerancia a los errores que puedan realizan nuestros hermanos. Lejos está de nosotros aseverar este principio. Sí, pretendemos llamar a la atención sobre la necesidad de que en el trato unos a otros, podamos poner en práctica algunos principios bíblicos que nos lleven a un mayor respeto por los demás:

a) Valorar al hermano: La Biblia nos exhorta a que en “cuanto a honra, prefiréndoos los unos a los otros” (Rom. 12:10)

b) Nosotros podemos ser los equivocados: Los fariseos en los días del Señor, observaban los errores ajenos, ignorando los propios. Tengamos en cuenta que tal vez los errados podemos ser nosotros. (Mt. 7:5)

c) Corregir con fundamento los errores: El caso de Apolos (Hechos 18:24) es realmente ilustrativo. Él era una persona muy valiosa (elocuente, conocedor de las Escrituras, fervoroso, diligente), pero no conocía toda la verdad del evangelio. El matrimonio de Priscila y Aquila, seguramente vieron lo positivo y con fundamento corrigieron lo negativo. El resultado: Un vigoroso predicador del evangelio.

La tarea que tenemos por delante es muy grande, y las presiones del mundo en que vivimos, son muchas. Por eso es bueno que tomemos para nosotros el consejo que Pablo dejó a la iglesia en Tesalonica: “Anímense y edifíquense unos a otros” (1ª Tes. 5:11 - NVI)