sábado, 4 de octubre de 2008

"Miguitas de Ternura"

Se puede observar en cada interpretación del cantante Alberto Cortéz, una característica muy particular. Cada frase que interpreta, es la pincelada de un cuadro que podemos visualizar en nuestra imaginación.

En la canción que lleva por título "Miguitas de ternura", nos muestra tres situaciones: primero un niño vagabundo, solo en la calle procurando a pesar de su corta edad el sustento propio y el de su familia. En segundo lugar, una mujer de la vida ofreciendo como mercancía aquello que Dios ha regalado al ser humano para ser usado en pureza. Finalmente se observa un abuelo, que en soledad, ve pasar sus horas en una plaza. La canción dice que en un hipotético dialogo con cualquiera de los tres personajes, ellos nos dirían lo que expresa el estribillo:

"... miguitas de ternura yo necesito,
si te sobra un poquito, dámelo a mí ..."

Pensamos que los tres cuadros son muy acertados. Solo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor para ver a cientos de chicos que deambulan en la calle, y que se están formando no en el pupitre de un aula, sino en la dura realidad del asfalto. Mujeres cada vez más jóvenes que por necesidad u obligación, se entregan como prenda a las más bajas pasiones. Ancianos, solos, viviendo una realidad que también a ellos los castiga. No hay dudas que vivimos rodeados de injusticia y de desigualdad, pero lo más doloroso es que la sociedad se ha endurecido de tal manera, que no tiene ni siquiera "miguitas de ternura" para aquellos que sufren en este duro mundo.

Por ello es importante fijar la atención en los mandamientos de Dios (Marcos 12:28-34). El primero de ellos es amarle de una manera integral (corazón, alma, mente, fuerzas). El Señor Jesús lo califica como principal, porque no hay cristianismo sin amor incondicional a Dios. Pero el segundo no es menos importante; el Señor lo describe como semejante al primero, no porque los dos se refieran al amor, sino porque Dios espera que ambos sean cumplidos por igual. La medida de este mandamiento es clara: amar al prójimo como a uno mismo. Es decir que el creyente no debe conformarse con ofrecer "miguitas de ternura", sino por el contrario una expresión de amor genuino e intenso.
¡Qué gran mandamiento de Dios! ¡Qué alta la medida! Pero lamentablemente a veces ¡qué lejos estamos!.

Sería injusto de nuestra parte, ignorar a muchas personas que han dedicado su vida a servir a los demás, tenemos grandes ejemplos en historia pasada y contemporánea. Pero en la vida del creyente, el amor no es una virtud altruista, sino el fruto que produce el Espíritu Santo cuando somos susceptibles a su actividad.

¡Que grande es Dios!, vio nuestra necesidad y para expresar su amor entregó a su hijo Jesucristo; es decir, nos dio lo mejor. Nosotros los creyentes, siguiendo el ejemplo de nuestro Dios, no nos conformemos con las "miguitas", abramos nuestro corazón a nuestro semejante.

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