miércoles, 13 de febrero de 2008

“Reconciliación: Un paso de la enemistad a la amistad”

“Reconciliación: Un paso de la enemistad a la amistad”

Es extraño ver dos personas que siendo enemigos, deponen sus actitudes y terminan estrechando lazos de amistad; tan extraño como ver dos amigos que llegan a distanciarse de tal manera, como si nunca hubiese existido relación alguna.

Podríamos afirmar sin equivocarnos, que el primer caso habla claramente de una actitud de reconciliación. Justamente éste, es el puente que nos permite pasar de la enemistad a la amistad; y tal como lo observáramos en el número anterior, el perdón verdadero, es uno de los elementos fundamentales para alcanzar a ese objetivo. Quisiéramos analizar algunos aspectos importantes acerca de este tema:

Debemos identificar el problema

En Efesios 4:26, 27 Pablo aborda el tema de la ira, brindando dos opciones: el enojo justo o el pecaminoso. Existen circunstancias en las cuales nos sentimos ofendidos, ya sea porque se ha injuriado la persona de Dios, o a nuestros hermanos, o porque los agraviados somos nosotros. Convenimos en que estas cosas causan mucho dolor y nos indignan. También está claro que el creyente puede airarse. Sin embargo observamos en el consejo apostólico una solemne advertencia: la línea demarcatoria entre la ira justa y la pecaminosa, es muy delgada. Esto nos indica que es preciso, siempre, obrar con prudencia.

También observamos que la ira tiene dos límites; “no se ponga el sol sobre vuestro enojo”, “ni deis lugar al diablo”. No hay lugar a dudas, esto último es la raíz de los problemas: darle lugar al diablo. Cada vez que no confesamos nuestras culpas o no procuramos el perdón genuino, le otorgamos a nuestro adversario un espacio que de ninguna manera desaprovechará. Recordamos al respecto una anécdota acerca de un matrimonio misionero de nuestro pais; ellos tenían por costumbre a la noche antes de dormir, recitar juntos el Salmo 23 como un recordatorio permanente del cuidado pastoral del Señor. Cuando surgía un problema durante el día, este saludable hábito los ayudaba a encontrar una solución al mismo, de otra manera no se sentirían en ánimo para recitar el texto bíblico; es decir procuraban no dar lugar al diablo, y sí a la obra de Dios.

¿Qué es la reconciliación?

Básicamente significa volver a unir dos partes que han estado en conflicto, es decir restablecer amistad y armonía. En el Nuevo Testamento encontramos que se aplica a la relación entre Dios y los hombres. Jesucristo realiza la obra fundamental de la reconciliación “por medio de la sangre de su cruz” (Col. 1:19-23). Se puede observar que no es Dios el que se reconcilia con el hombre, sino el ser humano que por medio de Cristo se reconcilia con Dios; porque en definitiva somos nosotros y no Dios quién se ha distanciado por causa del pecado.

Pero también encontramos una clara enseñanza acerca de la reconciliación entre hermanos. En Mateo 5:23, 24, el Señor Jesús exhorta al hermano ofensor, a que se reconcilie con su hermano a quien ha ofendido. La Palabra de Dios utiliza en esta porción, un término original que difiere en concepto, a los utilizados para referirse a la relación entre Dios y los hombres. Mientras que en el último caso, la reconciliación significa el cambio en la parte ofensora, en el mencionado versículo de Mateo indica una concesión mutua, después de una mutua hostilidad. Entendemos que en muchas oportunidades los problemas tienen culpas compartidas, entonces es necesario un entendimiento recíproco. También hay circunstancias en las cuales la culpa sólo cae en una de las partes, en ese caso la concesión que hace el ofendido es el perdón verdadero.

En busca de la reconciliación

Siguiendo el pensamiento de la Palabra de Dios; hallamos un fuerte énfasis en la necesidad de la reconciliación. La referencia bíblica, nos dice claramente que de otra forma, no hay poder en la adoración, y existe el peligro de males mayores, si no se llega a una solución. Recordemos que la raíz del problema, es darle lugar al diablo, por lo tanto debemos dar los pasos que le permitan a Dios realizar su obra:

a) Iniciativa: Observemos que tanto en Mateo como en Efesios, es necesario ser diligentes en buscar una solución al conflicto. Tengamos presente que ese refrán que dice “el tiempo cura las heridas”, es una falacia; dejar pasar las oportunidades profundiza más la raíz de amargura.

b) Reconocimiento y confesión: Este es un punto clave, ser sinceros al reconocer la falta, y valientes para confesarlo es el segundo paso que debemos dar.

c) Arrepentimiento: Como tercera instancia, es necesario un cambio de actitud. Esto nos permite orientar nuestra conducta de tal manera de no cometer los mismos errores.

d) Perdón: Este es el propósito final, que ambas partes en discordia alcancen el perdón genuino. Tanto el que lo solicita como el que lo otorga.

Finalmente pensamos que el perdón y la reconciliación son dos elementos que nos permiten curar las heridas que producen las roces entre los hermanos. Sería excelente nunca recurrir a estos remedios, sino conducirnos siempre con la actitud que nos demanda la Palabra de Dios: “Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos” (Romanos 12:18 NVI).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Comparto este enlace a mi blog, ya que hago una encuesta referente a este tema tan especial.

Saludos.

http://marcelopeisajovich.wordpress.com/1000-perdones/

Unknown dijo...

Expresado de forma sencilla, voy a usarlo.