domingo, 30 de diciembre de 2007

¡Maran-ata! ¡El Señor viene!

Hay muchas cosas que nos distinguen a los cristianos, una de ellas es la esperanza. No aquella basada en vanas ilusiones o voluntarismos, sino la que brota de las promesas que encontramos en la Palabra de Dios, tal vez la que por excelencia alienta esa esperanza, es la del inminente regreso del Señor Jesús.

Esta realidad ha animado a los creyentes de todas las épocas, impulsándolos en su servicio y fidelidad al Señor. Se dice que nuestros primeros hermanos, usaban una fórmula a manera de saludo: “Maran-ata”. Esta expresión, una mezcla de palabras griegas y arameas, resumían de manera clara el anhelo de los creyentes: “El Señor Viene”.

Ahora bien, encontramos en la Biblia cuatro aspectos importantes con relación a esta promesa. En primer lugar, es una promesa del Señor Jesús (Juan 14:1-3), no son palabras humanas, es la declaración del Señor mismo que nos afirma con total claridad: “ ... prepararé lugar... vendré otra vez... os tomaré a mí mismo”. Grandes palabras dichas por Aquel que es EL SEÑOR. En segundo lugar, es una promesa que habla de salvación (Hebreos 9:27-28), este pasaje nos indica que el regreso de Cristo, es ahora sin relación al pecado y con el propósito de buscarnos a todos aquellos que hemos confiado en Él, podemos decir que nuestra búsqueda es SU propósito. En tercer lugar, es una promesa motivadora (Tito 2:11-14), aquí no nos referimos a la motivación del servicio, sí a la de la piedad. Pablo le enseña a Tito que esa Gracia salvadora, nos enseña por un lado a renunciar a la maldad y a los deseos ajustados al molde de este mundo perverso, pero por el lado positivo a vivir una vida con características sobresalientes: en justicia, piedad y domino propio. Finalmente en cuatro lugar, es una promesa consoladora (Apocalipsis 21:4). Al ser descripto el cielo nuevo y la tierra nueva, se dice acerca de la presencia de Dios que estará en medio de los hombres, agregándose un detalle muy significativo: “secará Dios toda lagrima de ellos”. ¡Bendita la actividad de Dios!, secará lagrimas, dará consuelo y paz, porque SU presencia será real, y aquellas cosas que producen el dolor, serán quitadas.

Generalmente, cuando pensamos en la segunda venida de Cristo, nos hacemos muchas preguntas con relación a distintos aspectos escatológicos, tema atrapante si los hay. Pero, pensando en estos cuatro aspectos, quisiéramos hacernos algunas preguntas que nos hagan reflexionar acerca de nuestra actitud frente al regreso del Señor Jesús: ¿Dimensionamos en su justa medida las palabras mismas del Señor Jesús?, ¿hemos tomado conciencia que es Él quien nos afirma esta maravillosa verdad de su segunda venida? ¿Tenemos presente que el Señor viene por nosotros? ¿De que manera estoy aguardando la venida de Cristo? ¿Cómo me hallará Él en su regreso? ¿En que tengo centrada mis expectativas para la venida del Señor? ¿Cuál es mi motivación?. Muchas preguntas. Es importante que cada uno de nosotros podamos considerarlas y dar la respuesta que Dios espera.

Tener presente que el regreso del Señor está cerca, nos debe ayudar a los creyentes en nuestro andar diario. Debe ser aquello que de vigor a nuestra vida espiritual, y motivación para una conducta que agrade a Cristo. Finalmente queremos animarlos a que al llegar el último minuto de este de año, y el principio del siguiente nos saludemos recordándonos unos a otros esta maravillosa y gloriosa verdad.

Queridos hermanos lectores: ¡Maran-ata! ¡El Señor viene! ¡Amén, sí, ven, Señor Jesús! ¡Les deseamos un feliz 2008¡

sábado, 29 de diciembre de 2007

Los dos pilares del gozo

¿Qué es lo que sucede en el corazón del creyente, que en medio de las dificultades puede elevar una canción a Dios? ¿Cuál es la razón para ese gozo espiritual que marca una diferencia con el resto del mundo?.

Sería injusto pensar en el gozo del creyente como algo inexplicable, o irracional. Es cierto que el gozo es parte del fruto del Espíritu Santo, por lo tanto es algo sobrenatural; sin embargo esto no quiere decir que no tenga explicación. En la Biblia encontramos una serie de razones para el gozo, que al analizarlas, nos permite descubrir en primer lugar lo que no es el gozo del cristiano.

Lo que no es el gozo

En el mundo en que vivimos, existe la sensación de que la alegría está íntimamente ligada al éxito personal. Si las cosas nos van bien estamos exultantes, si todo nos es adverso, entonces somos presa de la depresión. Será por eso que en estos tiempos de recesión y crisis en todos los órdenes de la vida, muchas personas se sienten abatidas, preocupadas y sobrellevando inclusive los trastornos que esta situación produce en la salud. Tener una visión del gozo con estas características genera en el corazón de las personas, incertidumbre y ansiedad, que por supuesto no conduce a la verdadera felicidad.

Por otra parte, están aquello que piensan que uno debe ser optimista sea como sea. No importa si las cosas nos son desfavorables, debemos siempre mirar el futuro con optimismo, como si esta actitud fuese la determinante de la felicidad. Si bien hay personas que han hecho de esta postura un culto de vida, y respetamos su pensamiento, no podemos dejar de observar que las cosas no cambian simplemente porque nosotros las miremos de otra manera.

También existe una variante en esta forma de pensamiento, y es que a la felicidad hay que buscarla, ignorando todo aquello que nos rodea; por eso podemos ver a muchos jóvenes tratando de disfrutar el momento, ya que ellos creen que allí está el verdadero gozo; aunque el final es por todos conocido.

Pensando en el gozo cristiano, observamos que hay creyentes que lo entienden de acuerdo a los parámetros que hemos mencionado. Para algunos, si hay bendición en la vida hay gozo; para otros el cristiano es un optimista irremediable, o finalmente para otros el creyente debe sonreír sin importar la circunstancias. Analizando detenidamente el tema, encontramos que el gozo es muy diferente a lo que el mundo piensa, por lo menos hallamos dos factores importantes a tener en cuenta.

El gozo y la esperanza

Las circunstancias no son halagüeñas para Pablo y Silas, sin embargo luego de ser azotados cruelmente y encarcelados injustamente, oran y cantan himnos a Dios en señal de confianza y gozo espiritual (Hechos 16:25), ¿es que tienen un ataque de optimismo, o han tomado la decisión de ser felices cueste lo que cueste?. Creemos que no, lo que sucede es algo bien diferente: ambos tienen su esperanza puesta en Dios.

Mirando en la Biblia hallamos el artífice fundamental del gozo del cristiano: El Señor Jesús (Fil. 3:1 / 4:4). Además encontramos que el gozo es completo en la presencia de Dios (Sal. 16:11), y que su Palabra es motivo de felicidad para el creyente (Sal. 119:111). Servir a nuestro Dios es una tarea que lejos de agotarnos, conduce al gozo espiritual (Hechos 13:52) y nos damos cuenta que es posible en medio de la prueba vivir una vida de gozo (2ª Cor. 6:4-10). Justamente allí es cuando descubrimos que la esperanza juega un papel fundamental. Es fácil cantar cuando la paz y la seguridad reinan, pero experimentar gozo en la adversidad es muy distinto.

Quisiéramos observar dos ejemplos. En 1ª Tesalonicenses 4:13-18 Pablo habla acerca de la venida del Señor, recomendando a los creyentes a no entristecerse como "los otros que no tienen esperanza", dando a entender que el creyente no está llamado a sonreír permanentemente, sí a tener una visión clara del futuro, y a ejercitarse en la esperanza. Aquí encontramos una gran diferencia, el creyente tiene un gozo espiritual, un estado del alma que evidencia el carácter cristiano, que no está sujeto a los vaivenes de la vida, sino por el contrario se apoya en la esperanza de la gloria de Dios.

En segundo lugar consideramos Santiago 1:2-6: el apóstol nos exhorta a tener "sumo gozo" cuando nos hallemos en diversas pruebas, no porque el cristiano es una persona que halla satisfacción en el dolor, sino por el contrario es aquel que soporta la prueba porque mirando hacia adelante conoce que el objetivo del Señor es el crecimiento, la madurez plena. En el mismo sentido, Pedro en su primera carta refiriéndose a las pruebas a la que nuestra fe está sometida, nos llama a mirar el día glorioso de la manifestación de Jesucristo, es decir una vez más la esperanza desarrolla su rol, no para un optimismo basado en la buena voluntad, sino en la certidumbre fundada en las promesas de Dios. Pablo dice a los romanos "la esperanza no avergüenza", y ¡cómo habría de hacerlo!, si en realidad es el motor del gozo en nuestros corazones.

El gozo y el perdón

También se dice en el mundo, que las personas pueden ser felices, no importa lo que se haga; si uno encuentra placer, es suficiente para hacer un análisis de la conducta. Sin embargo volviendo a las Sagradas Escrituras podemos ver que la idea de Dios es muy distinta: aquel que pecando encubre su falta, no puede hallar prosperidad (Prov. 28:13).

Consideremos a David luego que su pecado fuera descubierto por el profeta Natán. En el Salmo 32:3,4 declara el dolor interior producto de su iniquidad, mientras que en el Salmo 51:12 hay un clamor que se levanta hacia el cielo: "vuélveme el gozo de tu salvación". Es claro que en una conducta de pecado, podrá existir alguna felicidad pasajera, un espejismo propio de las artimañas de Satanás, pero tengamos por seguro que de ninguna manera habrá gozo espiritual.

¿Cuándo regresa el gozo espiritual al corazón del creyente que ha pecado?. Sólo cuando el pecado ha sido juzgado y perdonado, por eso el salmista dice claramente: "Bienaventurado (dichoso) aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado" (Sal. 32:1). Los creyentes sabemos que si "confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1ª Jn. 1:9)

El mandato de Dios para los cristianos

En la serie de recomendaciones finales en 1ª Tesalonicenses 5:16, el apóstol Pablo manda a los creyentes a estar siempre gozosos, animándolos a vivir una vida de regocijo espiritual. Podríamos decir que este mandamiento bíblico es inaplicable en nuestras vidas, teniendo en mente las tantas dificultades y presiones que vivimos en estos días.

Por lo que ya hemos expuesto, descubrimos que la recomendación apostólica no es irrealizable, todo lo contrario; Dios nos da el gozo en nuestros corazones por medio de la obra del Espíritu, nos ha dejado maravillosas y seguras promesas que son el fundamento de nuestra esperanza, y en su misericordia jamás desprecia a quien arrepentido confiesa su pecado y se aparta. Una vez más nuestro Padre celestial provee de todo aquello que nos es necesario para alcanzar una vida triunfante y feliz.

Concluimos con esta reflexión: Todo está al alcance de nuestras manos, ¡tomémoslo por fe y vivamos una vida de gozo en el Señor!

viernes, 28 de diciembre de 2007

¡CORRAN PARA GANAR!

Ante la inminente venida de nuestro Señor, es indispensable referirnos a un acontecimiento del cual tomaremos parte todos los creyentes: El Tribunal de Cristo. Es importante hablar de este tema, porque por la misericordia de Dios aún nos encontramos a tiempo para corregir aquello que no está andando bien en nuestra vida.

Primeramente quisiéramos enumerar algunos aspectos fundamentales que debemos tener bien en claro:

· La Escritura describe un Tribunal en el cual los creyentes debemos comparecer (Rom.14:10 / 2ª Cor. 5:10).

· Este Tribunal no tiene relación con el Trono Blanco, llamado generalmente Juicio Final (Ap. 20:11).

· El Tribunal de Cristo sucederá después del arrebatamiento de la Iglesia (Lc.14:13-14 / 1ª Tes. 4:16 / Ap. 19:8).

· La esfera celestial será el lugar donde se realizará el Tribunal de Cristo. (1ª Tes.4:17 / 2ª Cor. 5:8).

· Jesucristo será el Juez. (2ª Cor. 5:10 / Jn. 5:22, 27).

· Los redimidos serán los juzgados (2ª Cor. 5:10).

· El creyente es llamado a rendir cuentas en relación con su servicio a Dios (Rom.14:10-12 / 2ª Cor. 3:10,14-15).

· Es un examen en cuanto a su forma de edificar (1ª Cor. 3:9-15).

· Aquellos que son aprobados recibirán como recompensa, su corona (1ª Cor. 9:25; 1ª Tes. 2:19 / 2ª Tim. 4:8 / Stg. 1:12 / 1ª Ped. 5:4 / Ap. 2:10).

· Aquellos que nos son aprobados sufrirán la pérdida de recompensa (1ª Cor. 3.15).

De la lectura de los puntos anteriores, se desprende claramente que el Tribunal de Cristo no es un lugar de juicio y castigo, sino el momento en el cual habrá un reconocimiento público a los fieles creyentes.

Podemos observar en las porciones bíblicas dos expresiones muy ilustrativas. En primer lugar, se nos dice que "es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo" (2ª Cor. 5:10). Quienes conocen correctamente los originales, dan una traducción mas ajustada: "Todos hemos de tener nuestras vidas abiertas delante del Tribunal de Cristo". Es decir, que ante la mirada penetrante del Señor quedarán descubiertas las motivaciones y el carácter de nuestras obras. Por lo general estas son las cosas que están ocultas a los ojos de los hombres, pero en aquel día serán reveladas completamente. Pensamos en que ese momento será muy solemne, porque estaremos delante del Señor, y porque no habrá lugar a excusas. Por otra parte notamos un detalle que parece pequeño, pero no lo es: el texto dice "todos" compareceremos ante el tribunal; estar frente al Señor y abrir nuestras vidas delante de Él será un privilegio de todos los creyentes.

En segundo lugar, se afirma que: "Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (1ª Cor. 3:14-15). Esto nos indica, que este tribunal es un lugar en donde se realizará una comprobación. Las obras de los creyentes serán examinadas por el fuego, que como piensan algunos comentaristas, puede referirse a la mirada del Señor (Ap. 2:18). Como ya hemos mencionado es un análisis de las intenciones del corazón, que es lo que realmente cuenta en la obra del Señor; de otro modo el cristianismo sería una cuestión de liturgia y actos religiosos de mero corte externo.

La cláusula, simple y profunda a la vez; dice que si las obras pasan la prueba de fuego examinador, habrá recompensa. Es interesante notar que Dios aprueba a aquel que busca agradarle. En ese sentido hallamos la promesa del Señor: "He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Ap 22:12). De ninguna manera Dios es injusto, para pasar por alto la fidelidad de los suyos. Pero tengamos presente que su justicia también está vigente cuando aquello que es analizado no pasa el examen, allí el creyente sufrirá "pérdida". Esta "pérdida" no esta relacionada con la salvación del alma, ya que este tema no está en tela de juicio; sino que cuando se nos habla de "pérdida", se refiere a perder el premio que uno pudiera haber recibido; es decir dejar de ganar.

Teniendo presente estos conceptos claramente expresados en la Biblia, nos hace reflexionar acerca de la importancia de las cualidades de nuestro trabajo para el Señor. Ni el creyente repleto de actividades, ni el que selecciona minuciosamente sus tareas, ni el que busca la espectacularidad en lo que hace; tienen garantizado que sus obras pasen por el fuego examinador. Sucede que el Señor no mira ni la abundancia, ni el brillo exterior, sino que se preocupa por los métodos que empleamos y los objetivos que tenemos. Cuando sirvamos a nuestro Señor, desarrollemos al máximo nuestros talentos, pero no olvidemos que la obra es de Él, y que nuestro trabajo es para Su gloria.

En una competencia, todos los atletas se preparan con antelación al evento, de tal manera que a la hora de la largada, puedan participar y llevarse el primer premio. A ningún concursante se le ha ocurrido la idea de que no es importante ganar la corona, todos quieren obtenerla y harán lo posible por alcanzarla. En la vida cristiana sucede igual; hay una carrera por delante, hay un galardón que obtener, y Cristo, Juez Justo, lo dará a aquel que llegue a la meta victorioso. No seamos indolentes, menospreciando ese magnifico premio. ¡Hermanos corramos la carrera! ¡corramos para ganar!.

CONVICCIONES QUE MOVILIZAN

Hace poco tiempo tuvimos la oportunidad de estar presentes en una reunión en la cual un hermano exponía acerca de su ministerio. El entusiasmo con que hablaba era contagioso, los argumentos expuestos, concluyentes y junto con los testimonios que brindaba, hacían que a ninguno de los presentes les quedara dudas acerca de la importancia de la actividad desarrollada. Al finalizar el encuentro, entre los comentarios de rigor que cada uno hacia, se notaba que el entusiasmo del disertante había sido lo mas notorio para muchos. Alguien dijo con razón: "El hermano transmite el entusiasmo propio de aquellos que están convencido de la importancia de lo que hacen", pensamos que la reflexión final de este hermano, encierra una gran verdad.

En algún sentido esa fue la recomendación que el apóstol Pablo hizo a su discípulo Timoteo (2ª Timoteo 3:14, 15), cuando lo exhortó a persistir en lo aprendido. En este pasaje podemos observar en primer lugar que Timoteo debía estar atento, frente a la aparición de personas que son descriptas como "malos hombres y engañadores". Evidentemente esta gente con su pensamiento y enseñanza afectaban la vida de los creyentes. La suerte de estos falsos maestros está bien determinada: "irán de mal en peor", pero su actividad es realmente peligrosa ya que nos dice la Escritura que irán "engañando" a los creyentes, trastocando la fe por medio de sutiles argumentos, pero además ellos mismos caerán en su propio engaño, es decir estarán convencidos de la mentira que enseñan.

Este último punto es realmente alarmante, estos engañadores están convencidos de sus mentiras, y si una persona convencida lleva adelante sus empresas con entusiasmo, decisión, fuerza, entonces podemos suponer que nuestro enemigo está preparando una ofensiva verdaderamente peligrosa.

¿Qué tiene que hacer Timoteo frente a esto? ¿Qué debemos hacer lo creyentes frente al embate de Satanás?. La recomendación de Pablo es bien clara: "Persiste" ("permanece firme" NVI). Claro que si la pregunta ahora es ¿cómo?, la respuesta no se hace esperar: "Persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste".

Dos son los elementos que nos ayudan a permanecer firmes: conocer bien lo que creemos y estar convencidos de esos principios.

En primer lugar focalizaremos nuestra atención en la importancia de conocer bien lo que creemos. Tal vez alguien piense que por el hecho de leer la Biblia periódicamente o por la regularidad en su asistencia a las reuniones de la Iglesia, puede darse por sentado que conoce bien la doctrina. En ese sentido convendría recordar que el conocimiento nos se da por obra de la casualidad o por una cuestión mágica, sino que es el resultado de un proceso de aprendizaje. Es decir nadie puede conocer bien y en detalle una doctrina, si primero no ha dedicado tiempo a la observación y al estudio. No hay otra manera de aprender. En nuestra época de estudiante secundario, circulaba una serie de manuales de bolsillos llamados "Resumen Lerú" (así se llamaba la editorial), estos libritos eran una condensación demasiado breve de temas escolares. No eran pocos los que creían que leyendo el resumen podían aprobar las materias, cosa que no pasaba de ser una ilusión. Muchas veces los creyentes estudiamos así la Palabra de Dios, con poca dedicación y poco esfuerzo.

Los cristianos debemos conocer bien lo que creemos, porque si no, el segundo paso que Pablo le exhorta a Timoteo nunca llegará. No podemos estar convencidos de algo que no conocemos en profundidad. Este conocer bien las doctrinas, es el resultado de una lectura consecuente y un análisis de lo que hemos leído. Esta tarea nos ayudará en el proceso de redescubrir las doctrinas bíblicas, que no es otra cosa más que permitir que el Señor nos hable a través de su Palabra.

La revelación bíblica y la enseñanza apostólica son firmes e inamovibles, pero los creyentes debemos acercarnos a las Escrituras para descubrir de nuevo esas enseñanzas. Este fue el proceso que movilizó a tantos hombres de Dios en la antigüedad. Cada vez que ellos se acercaron a las Escrituras, Dios obró maravillosamente, podemos citar brevemente algunos ejemplos: La lectura de la Ley en los tiempos de Josías (2ª Cro. 34), el análisis del profeta Daniel (Daniel 9), Esdras y Nehemías leyendo la Palabra al pueblo (Nehemías 8). Mas cerca en el tiempo, los hermanos que comenzaron el movimiento de las Asambleas, redescubrieron importantes doctrinas, despojándose de las tradiciones denominacionales que condicionaban la interpretación bíblica en esos días.

Justamente el redescubir las doctrinas, es decir leerlas, estudiarlas y apropiarlas, nos permite avanzar al segundo paso, el del convencimiento, de modo que la seguridad nos permita tener bases sólidas en nuestra vida cristiana.

Ahora bien, al principio de nuestro escrito decíamos que el convencimiento produce entusiasmo y pasión en lo que uno hace. Es decir, el sentimiento interior se traduce en acciones concretas. Eso es lo que sintieron los apóstoles Pedro y Juan frente al concilio al expresar "no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído" (Hechos 4:20). Mas tarde pedirían al Señor les conceda que con todo "denuedo" hablen la Palabra de Dios (Hechos 4:29). Podemos observar que el convencimiento los impulsaba al testimonio cristiano, es decir los movilizaba, no podían quedarse quietos o impávidos frente a la extraordinaria verdad del evangelio y la gran necesidad de las personas sin Cristo.

Pablo está exhortando a Timoteo a que persista o persevere en lo aprendido, porque ese conocimiento es el motor que lo debe impulsar en su vida cristiana. La Escritura inspirada por Dios es útil, entre otras cosas para "que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2ª Tim.3:17). No podemos separar el conocimiento del obrar, Dios no quiere simple intelectuales, sino hombres y mujeres que conozcan su Palabra y actúen en consecuencia. Frente a un mundo de "malos hombres y engañadores", los creyentes debemos prepararnos estudiando la Biblia y llegando a un convencimiento que nos dé seguridad y nos movilice en la obra de Dios.

Siempre recordamos a los hermanos que comenzaron el movimiento de las Asambleas, su alto nivel intelectual manifestado en el conocimiento de la Biblia y de otras materias, también su celo y fidelidad al Señor. Ellos fueron grandes estudiosos de las Escrituras pero no se quedaron conformes con eso, hubo algo mas, canalizaron su entusiasmo en una vigorosa obra misionera. Bien lo resume el hermano Jaime Burnett en su libro "Reunidos al Nombre del Señor" al referirse a la expansión misionera del movimiento de los hermanos: "Es digno de destacar que el motivo que inspiró a tantos a "perder" su vida y "ganarla" a la vez, no fue el de extender el movimiento sino el de alcanzar a los perdidos con el mensaje transformador del evangelio. Tampoco fue el de perpetuar las doctrinas de Dublin o de Plymouth, sino el de seguir practicando las preciosas verdades de la Palabra de Dios redescubiertas por esos hermanos".

Como ya lo hemos mencionado, la iglesia de este nuevo siglo, tiene un desafío renovado, el de acercarnos a las Escrituras, para conocerlas y aprenderlas, llegando a un convencimiento que nos movilice a efectuar la misión que el Señor nos ha encomendado.